Las sanciones “no funcionan” en países del tamaño de Rusia

Según asesor y estratega en inversiones basado en Moscú

Washington y Bruselas establecieron esta semana una nueva ola de sanciones para Rusia a dos años del comienzo de la invasión a Ucrania, y tras la muerte del opositor Alexei Navalny. El foco de este paquete son varios individuos y el complejo militar-industrial ruso. Sin embargo, Chris Weafer, CEO de la firma estratégica Macro-Advisory, basada en Moscú, comentó a CRÓNICAS que las sanciones “no tuvieron el efecto inmediato que occidente esperaba”. El asesor además habló de la situación política y económica actual en Rusia, el futuro de Ucrania, y el efecto de las sanciones a nivel global. 

Por: Sofía Dri

El efecto de las sanciones económicas desde el mundo occidental hacia Rusia es discutido. Para Chris Weafer, que trabaja desde hace veinte años en asesoría de comercio en Eurasia, las medidas económicas no tuvieron las consecuencias que los líderes europeos y norteamericanos deseaban. Parte de esto se explica, según comentó, porque Rusia enfrenta sanciones desde la invasión a Crimea en 2014. Por lo tanto, pudo “empezar a prepararse con tiempo”, y esa “es una de las razones por las que la economía rusa no colapsó en 2022”.

Además, Rusia tuvo tiempo de diversificar su infraestructura de exportación de petróleo a lo largo de esos ocho años. En 2013, previo a la invasión de Crimea, Rusia no exportaba petróleo a China, y casi todo el volumen iba a Europa. Para 2022, China ya era el mayor comprador de petróleo ruso. En 2013, Rusia importaba más del 50% de sus productos alimenticios, y la mayoría provenía de Europa, mientras que para 2022, Rusia ya era autosuficiente, e incluso exportaba alimentos. Se estima que en 2023 la economía rusa creció alrededor de un 3%, a pesar del decaimiento del -2% de 2022, año en que inició la guerra. Además, Rusia hoy es el mayor exportador de petróleo del mundo, si sumamos el crudo y el refinado.

Otro factor relevante para esta estabilidad es el hecho de que Rusia ha encontrado formas alternativas de importar muchos productos que previamente cruzaban la frontera europea, pero que ahora entran por Turquía o países de Asia Central. Esto, según Weafer, contribuye a “una sensación de normalidad y estabilidad”, ya que “las tiendas están provistas de los mismos productos de siempre”, y “si vas por Moscú y no prendes la televisión, no te enteras de que hay un conflicto”.

Por su parte, Tom Keatinge, asesor de la firma Royal United Services Institute (RUSI), opinó que las sanciones no tenían el objetivo de dañar la economía rusa, sino restringir los fondos o recursos del ejército ruso. “Las sanciones están funcionando, porque Rusia está teniendo que desarrollar redes secretas para conseguir productos a raíz de las sanciones”, comentó. 

Por otro lado, Weafer fue cauteloso en advertir que, si bien la situación parece estable de manera superficial, hay indicios de que la economía rusa podría dirigirse a un estancamiento, y además la guerra podría tener otros efectos a largo plazo. “La economía se ha reorientado a financiar el complejo militar-industrial, y además, la estabilidad social y política”, comentó. Muchos proyectos de infraestructura y desarrollo que el país euroasiático había planificado para los próximos años se están viendo atrasados debido al alto costo de la guerra, y eso “debilitará la economía en el mediano y largo plazo”.

Un problema que Rusia viene arrastrando desde los últimos 35 años es la crisis demográfica. Desde 1989 la tasa de fecundidad no supera los dos hijos por mujer, lo que implica un estancamiento demográfico, que a su vez representa un desbalance en la proporción de trabajadores y jubilados. En ese sentido, el país había desarrollado un Programa Nacional de Proyectos para mitigar los efectos de esta crisis poblacional, con una inversión de unos US$ 400 mil millones que debió posponerse porque los recursos fueron reorientados a la guerra.

Así que el resultado, comentó Weafer, no fue “un colapso inmediato”, como habían deseado algunos políticos occidentales, “pero definitivamente se puede empezar a ver un decaimiento”, y “cuanto más tiempo permanezcan las sanciones, más peligro corre Rusia de terminar con una economía atrasada con respecto al resto del mundo”.

Por otro lado, Keatinge opinó que las sanciones son “una punzada lenta”, pero “no por eso significa que occidente no deba hacer todo lo posible para apoyar a Ucrania a ganar la guerra. “En meses recientes, el apoyo financiero y material de occidente ha declinado hasta un punto en que ya no ayudan a Ucrania a ganar la guerra, sino a sobrevivir”, comentó. El experto opinó que “en 2024, los poderes de occidente deben proveer el apoyo necesario no para que Ucrania sobreviva, sino para que gane y logre expulsar las fuerzas militares rusas de su territorio”.

La situación política de Rusia

Al haber cierta estabilidad económica, el Kremlin “no tiene mucha presión interna” a nivel político, estableció Weafer. Además, los medios de comunicación, que en su mayoría están controlados por el Estado, contribuyen a establecer la narrativa de que Rusia no lucha contra Ucrania en sí, sino contra la OTAN, que intentaría ganar influencia en la región mediante esta guerra.

Otro factor que según Weafer en parte explica la complacencia del pueblo ruso es una cuestión cultural, en la que “históricamente los rusos apoyan al Kremlin en tiempos de crisis”. Es por esto que el experto proyectó un gran apoyo para Putin durante las próximas elecciones, que tendrán lugar el 17 de marzo.

Aun así, hay un asunto que sí podría generar inestabilidad, y “preocupa al Kremlin”, y es el reclutamiento militar.só en setiembre de 2022, y que tuvo consecuencias, por lo que se suspendió rápidamente. “Pero siempre hay especulación de que podría haber otra ronda, y si bien siempre niegan que vaya a pasar, una posibilidad muy grande es que suceda luego de las elecciones”, señaló el experto.

El efecto de las sanciones a nivel global

En cuanto a este nuevo paquete de sanciones, Weafer sentenció que “no son relevantes”, a pesar de cómo lo presentan los norteamericanos y los europeos. Apuntan mayormente a individuos y a empresas asociadas al complejo militar-industrial, pero según el experto, no son de gran relevancia, y “demuestran que ya queda poca cosa que puedan sancionar”.

Las sanciones no tuvieron el efecto inmediato que occidente deseaba para Rusia, pero sí afectaron negativamente a Europa. El ejemplo más claro es el del gas ruso, que previo a la guerra era ampliamente accesible y barato en Europa, y que en parte impulsó la prosperidad económica alemana de las últimas décadas, pero que con las sanciones obligó al país centroeuropeo a importar de otros países vecinos. El alto coste energético para Alemania hizo que la economía se contrajera durante finales del año pasado, y que se especule que el país entre en recesión este año.

Otra consecuencia negativa para Europa fue el alza en los precios de fertilizantes, que en parte están abonando las movilizaciones de agricultores en el continente. Además de las políticas de la Unión Europea, uno de los reclamos se centra en los altos costos de fertilizante, que antes venía de Rusia a precios más baratos, y ahora con las sanciones continúa viniendo de Rusia, pero como el trayecto es más largo, el precio es mayor.

Por otra parte, las rutas de transporte se han visto afectadas, sobre todo las que conectan Asia con Europa, porque el tránsito por Rusia ya no está permitido. Esto hace que deban buscarse rutas alternativas, lo cual lleva a que suban los precios logísticos a nivel mundial.

Debido a estos resultados, Weafer concluye que los políticos occidentales “fueron demasiado apresurados en recurrir a las sanciones”. Las sanciones “funcionan en países pequeños como Cuba o Venezuela”, pero “no en un país del tamaño de Rusia, y las consecuencias son mucho mayores para el resto del mundo”, opinó el experto.

El futuro de Ucrania

Algunos políticos del mundo occidental han empezado a referirse a las sanciones como “una maratón y no una carrera de velocidad”. Por su parte, Weafer recordó que a inicios del conflicto la narrativa era diferente, y se suponía que la economía rusa caería para finales de 2022. “Como eso no sucedió, cambiaron el enfoque y ahora lo llaman una maratón”, concluyó.

Una pregunta que surge de esta intención de daños a largo plazo es si Ucrania podría aguantar mucho tiempo más. Según la encuestadora Gallup, en octubre de 2023 un 60% de los ucranianos quería que el país continuara peleando, mientras que un año atrás el porcentaje era cercano al 70%. “Los ucranianos están cada vez más fatigados por una guerra en la que se está invirtiendo dinero, equipamiento militar, y vidas, y que no está yendo a ningún lado”, diagnosticó Weafer.

No sólo los ucranianos se sienten inseguros con respecto al futuro de esta guerra. Según encuestas recientes, un 45% de la población estadounidense piensa que se está enviando demasiado dinero a Ucrania, y menos del 10% de los europeos, según el ECFR (Consejo Europeo en Relaciones Exteriores) cree que Ucrania puede ganar la guerra.

La importancia de 2024 en el panorama geopolítico mundial

Los cambios en el escenario geopolítico mundial que podrían darse este año son un factor de gran relevancia para el conflicto. El 2024 es un año electoral para Estados Unidos, Alemania, y el Parlamento de la Unión Europea. Según Weafer, se especula que Rusia pueda intentar una ofensiva mientras Europa está distraída en cuestiones internas. Además, en los últimos años ha habido un crecimiento exponencial de la ultraderecha en Europa, en lugares como Italia y Países Bajos, y la postura de la ultraderecha europea ha sido la de centrarse en problemas domésticos en lugar de enviar recursos a Ucrania. Lo mismo sucede en Estados Unidos, que en caso de ganar Trump existen altas chances de que retire parte de su apoyo económico al país invadido.

Es por esto que Weafer vaticina que la postura de Moscú será expectante. “Los rusos sienten que su posición política, económica y militar es fuerte, por lo que Rusia no tiene que hacer nada”, comentó.

BRICS

Según Weafer, el enfoque económico actual de Rusia se centra en potenciar el BRICS, y otras alianzas que le permitan diversificar sus importaciones y exportaciones. “La mayoría del mundo no ha sancionado a Rusia”, por lo que “no hay pánico por haber perdido conexión con Europa y Estados Unidos”; los rusos “tienen un mundo enorme disponible”, comentó.

Una de las cosas que busca Rusia con el BRICS es perder la dependencia tecnológica que los países integrantes tienen en el mundo occidental. “La intención es que BRICS se convierta en un grupo en el que sus miembros no sólo comercian entre sí, sino que también puedan coinvertir, y volverse menos dependientes de Europa y Estados Unidos, por eso quieren ingresar a más países”, explicó el experto.

La idea, señaló, es que el bloque se convierta en una contraparte para el G7. “El G20 no funciona”, sentenció Weafer, “porque sigue nucleándose en el G7”. Lo que piensan muchos dirigentes rusos, es que es preferible tener dos bloques enfrentados que puedan competir. Además, otra razón por la que Rusia impulsa el BRICS es que últimamente ha dependido mucho en el comercio con China, por lo que buscar diversificarse podría beneficiar su economía a largo plazo.

La posición de China es complicada, según Keatinge. China necesita estabilidad financiera global para sostener su economía, por lo que la inestabilidad ocasionada por la guerra “no ayuda”. Al mismo tiempo, hay compañías chinas que proveen a Rusia de componentes claves, por lo que sus prioridades geopolíticas de apoyo a Rusia son claras.