Fernando Mattos, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca
Los problemas de competitividad que tiene el Uruguay, que constituyen un reclamo histórico del sector agropecuario, “son de carácter estructural”, respondió el jerarca al ser consultado al respecto. En ese sentido, comentó cuáles son las acciones que está llevando adelante el gobierno para paliar esas dificultades, dejando en claro que es un tema de difícil solución. Por otro lado, se refirió a la falta de presupuesto del Ministerio que lidera y explicó los riesgos que esto conlleva para la mejora de la producción uruguaya.
El menú En la cava de Panini’s, Mattos degustó una entrada de jamón crudo, queso parmesano madurado, higos secos turcos, berenjenas asadas y aceitunas marinadas, y de segundo plato optó por fetuccini a la vongole, menú que acompañó con agua mineral.
Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo
-¿Cómo define la situación actual del agro en términos generales?
-El contexto internacional hoy es mucho más desafiante. Ya veníamos con impactos climáticos y a pesar de eso se obtuvieron resultados, pero este es el tercer año consecutivo que estamos con sequía en primavera y que se declara emergencia agropecuaria.
Ha habido otros factores que han afectado el contexto internacional, como el covid-19, que generó una disminución de la demanda, y la caída del producto a nivel mundial. Luego, los bancos centrales del mundo inyectaron importantes sumas de dinero para darle liquidez a la economía y tratar de recuperar el nivel de actividad que se había resentido por la pandemia. Esta inyección de dinero y algunos países que lograron superar las circunstancias sanitarias hicieron que hubiera un desacople entre el nivel de demanda, que creció abruptamente, y la propia oferta, donde las cadenas de producción se habían interrumpido y los sistemas de logística se habían paralizado. Eso generó un abrupto crecimiento de los niveles de precios, que fue el puntapié para una gran explosión inflacionaria a nivel mundial en la que aún estamos inmersos.
-Luego estalló la guerra.
-Con la guerra en Europa tuvimos un factor adicional inflacionario porque afecta dos países que son jugadores importantes en el mercado internacional de los alimentos y un tercio del comercio mundial de cereales, básicamente, trigo y cebada, están comprometidos o involucrados en el conflicto, sea por embargo, sea por áreas productivas afectadas.
Rusia y Ucrania determinan casi el 60% del abastecimiento de aceite de girasol o del grano girasol y eso tuvo impacto en todas las oleaginosas en forma importante, y además son grandes productores de maíz, lo que generó un gran impacto en el equilibrio de la oferta.
Un efecto indirecto es el costo de producción; el que más sentimos nosotros es el de los fertilizantes y el de la energía, donde el mundo hoy está pagando 30% de costo de la energía en función de este tema.
En líneas generales, hubo un importante cambio del contexto internacional en los últimos 10 meses que ha generado un impacto en la actividad de la demanda. La seguridad alimentaria hoy está en vilo, muchos países tienen problemas de abastecimiento y sobrecosto en estos rubros, y esto también se ha agravado porque frente a la incertidumbre han tomado medidas de salvaguarda propia tratando de evitar el desabastecimiento. Eso termina retirando más oferta productiva al mercado, lo que catapulta los precios arriba. Entonces, en materia agrícola estamos con niveles de precios altos que benefician a la producción, pero tenemos costos productivos altos en función de los fertilizantes y la energía.
-Usted asumió hace un año y cuatro meses, cuando ya había una gestión en marcha. ¿Cómo fue el cambio desde el Instituto Nacional de Carnes (INAC) al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP)?
-Yo arranqué en una gestión de gobierno que estaba todavía envuelta en la estrategia de lucha contra la pandemia, pero que de a poco se fue despejando. Con mucho orgullo y honor asumí el desafío de pasar del INAC al MGAP en una posición de mucha más exigencia. El Ministerio es muy abarcativo, tiene una multiplicidad de áreas que lo hacen bastante complejo, desde toda la producción animal hasta la producción vegetal, los productos de granja, la forestación, la pesca, los acuerdos sanitarios que tiene el país, las certificaciones en materia de calidad e inocuidad de los alimentos, los sistemas productivos, la agroecología.
-¿Cómo encontró al MGAP en ese momento?
-Nos encontramos con un Ministerio bastante desmantelado desde el punto de vista de los recursos humanos, la flota vehicular, las condiciones edilicias de muchas sedes en el interior que estaban en situación bastante precaria. También el Poder Ejecutivo había tomado una serie de medidas de austeridad para contener el gasto público y generar una corrección del rumbo de las cuentas públicas, fundamentalmente, para corregir el déficit fiscal. En esas circunstancias presentamos un plan y se nos exceptuó de la restricción de contratación de personal. Buscamos mejorar la estructura de disponibilidad de recursos humanos porque del MGAP se retiraban 150 capacidades anuales y veníamos de tres o cuatro años de que no se contrataba a nadie, con lo cual también tenemos el desafío de renovar la plantilla y en eso estamos.
Otro frente de trabajo es todo lo referido a la sostenibilidad del proceso productivo, es un aspecto importante de esta gestión de gobierno, donde tenemos que poner foco en la protección de los recursos naturales. Nuestra región es muy propicia para la producción de alimentos y tenemos que buscar siempre los procesos de sostenibilidad. Está instalado en el mundo que deben remunerarse mejor todos aquellos productos que sean originados de sistemas productivos sostenibles y Uruguay tiene las condiciones de demostrarlo.
-La competitividad es un reclamo histórico del agro. ¿Qué se ha hecho y cuáles son las propuestas en carpeta desde el gobierno para mejorar?
-Las dificultades de competitividad que tiene el Uruguay son de carácter estructural: es un país de costos caros a nivel de precios de combustibles, insumos, servicios. No es un tema sencillo. El hecho de que el gobierno se empeñe en llevar adelante una reforma de la seguridad social es clave porque de esa manera reconfiguramos el sistema, dándole posibilidades hacia el futuro y contemplando que la expectativa de vida de la población es más extensa. La responsabilidad en el manejo de los números, revertir un déficit fiscal que estaba en torno del 5% y pasarlo al 3%, incluso considerando el sobrecosto de la pandemia, habla a las claras de que se ha logrado contener una expansión del gasto público que comprometía los equilibrios macroeconómicos. Hay una incidencia del tipo de cambio que es una afectación de la competitividad y que a todos nos preocupa. También hay factores importantes que van por el lado de la mejora de la infraestructura, es decir, la inversión en rutas, en puentes, la extensión del contrato de concesión de los muelles del puerto, la terminal de carga de UPM.
-¿Cuál es la importancia para el agro de mejorar la inserción internacional?
-Es fundamental. Este año superaremos los US$ 300 millones de aranceles pagos al exterior, y la estrategia del gobierno liderada por el presidente de la República ha sido muy valiente en el sentido de quebrar la lógica del Mercosur que determina en la práctica una inmovilidad respecto a la mejora de las condiciones de inserción internacional. De ninguna manera esto pretende ser un paso hacia la renuncia de su pertenencia siendo que somos países fundadores, pero luego de 31 años hemos tenido pocos resultados.
Más allá de los pocos progresos del Mercosur, tenemos que entender que el debilitamiento del sistema multilateral de negociaciones en el ámbito de la OMC ha determinado que la vía que los países han transitado a efectos de mejorar sus condiciones de negociación han sido los acuerdos bilaterales. En eso el Mercosur ha fracasado en absoluto. Visto está que el acuerdo de más largo proceso negociador ha sido Unión Europea-Mercosur, y ya lleva más de 23 años sin un resultado concreto.
-¿Qué valoración hace de los pasos que ha dado el gobierno en materia de apertura?
-El gobierno ha propuesto la flexibilización, donde entiende que respetando las normas del Mercosur estamos habilitados a hacerlo y por eso se lanza a la posibilidad de un TLC con China, con Turquía, y la presentación de la carta de adhesión al Acuerdo Transpacífico, que entendemos que es el mayor desafío y lo que más encaja en las posibilidades del Uruguay para tener una mejor inserción, más allá de la importancia de China. Allí se destacan mercados importantes como Japón, Vietnam, Canadá, y otros que están pidiendo ingreso como el Reino Unido y Filipinas. Para nosotros sería un gran salto en materia de mejora de la inserción internacional.
“El MGAP debería tener un rol más preponderante y más recursos de los que tiene”
-¿Cómo ha sido el funcionamiento del Ministerio en el marco de la coalición?
-Yo me siento muy bien, con buen respaldo. El MGAP debería tener un rol más preponderante y más recursos de los que tiene, porque por aquí pasa el 75% de la exportación de bienes del Uruguay, y sin embargo permanentemente estamos lidiando con un presupuesto que está lejos de la proporción de las capacidades que debe generar en el país. En la próxima Ley de Presupuesto deberían ampliarse los recursos destinados al Ministerio.
-O sea, ¿el MGAP tendría que tener una mayor importancia?
-Una mayor relevancia en el presupuesto, porque los bienes que exportamos cada vez tienen más exigencias en cuanto a certificaciones. No hay semana del año que no estemos sometidos a una auditoría de mercado, y eso requiere cada vez más capacidades, más instrucción. Nuestro personal tiene una edad media-alta y debemos capacitar más gente, más jóvenes. Tendríamos que apostar mucho más a la tecnología, la investigación. Si bien el sector tiene una gran relevancia para el país, el presupuesto del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) —que algunos lo miran y quieren todavía retirarle recursos— debería ser aún más amplio.
-¿A qué atribuye esta situación presupuestal que describe?
-Uno entiende que a veces las prioridades no pasan por Ganadería porque hay otras cuestiones de carácter social que son más relevantes y hacen al reclamo y a la vida pública, pero muchas veces, como es el sector más competitivo de la economía, se lo deja a su funcionamiento natural, y a veces no es suficiente. La naturaleza nos dio una ventaja, pero para agregarle valor a la producción tenemos que inyectar más capacidades, más recursos y más presupuesto a efectos de mejorar su propia capacidad de respuesta.
-¿Cuáles serían los riesgos de no hacerlo?
-En ese caso, lo que va a ocurrir es que el sector privado, al cual el gobierno a través de distintos mecanismos le realiza una renuncia fiscal a través de los apoyos productivos, va a empezar a tener una dimensión de capacidad productiva e incorporación tecnológica donde el MGAP va a quedar desfasado. Nosotros todavía estamos hablando de capital humano, flota vehicular, recursos informáticos. Tenemos un Ministerio del siglo XX, donde no se acompasa toda esta inyección de capacidades de tecnología y productividad con los expedientes del controlador que todavía siguen en pilas de papel que transitan lentamente por los distintos estamentos, cuando hoy deberíamos estar en otro ritmo y otra velocidad.