Tras un comienzo de año auspicioso, la economía china comenzó a mostrar signos de desaceleración en el segundo trimestre, debido a una demanda externa que no remonta, debilidad del mercado hipotecario y baja confianza de los consumidores locales. Eso ha llevado a varios analistas a recortar sus proyecciones de crecimiento para el gigante asiático, y esperan que el gobierno chino adopte una serie de medidas de estímulo económico, aunque sería un paquete “dirigido y moderado”.
A comienzos de año, en medio de un escenario internacional sumamente incierto, uno de los elementos favorables parecía ser el repunte de la actividad de China.
Tras el duro golpe que significó para su actividad económica la política de “covid cero” implementada por Pekín para frenar los contagios del virus en el país, el levantamiento de las restricciones pareció darle al gigante asiático el impulso que necesitaba. Eso se reflejaba en las proyecciones de analistas y organismos internacionales, que esperaban un fuerte empuje de la economía china, y tuvo su correlato en los muy buenos datos del primer trimestre del año.
Para Uruguay, esta situación era visualizada como un bálsamo que podría atenuar el golpe económico que estaba sufriendo como consecuencia de la sequía y la menor demanda internacional.
Sin embargo, el panorama cambió. Los últimos datos de actividad muestran que la recuperación económica de China se frenó en el segundo trimestre del año, debido a una demanda externa que no remonta, debilidad del mercado hipotecario y baja confianza de los consumidores. En tal sentido, la postura en materia de política monetaria ha pasado de ser “prudente” a ser “favorable al crecimiento”.
Tijeras afiladas
Los datos macroeconómicos de mayo provocaron una ola de recortes a la baja en las proyecciones de crecimiento del PIB para el gigante asiático. A modo de ejemplo, la firma de inversiones Goldman Sachs recortó su estimación de 6% a 5,4% para este año, y revisaron sus previsiones para 2024 de 4,6% a 4,5%. Pero esta firma se suma a otras como UBS Investment Bank, que redujo su pronóstico para este año desde el 5,7% al 5,2%, o Nomura Holdings, que bajó su estimación de 5,5% a 5,1%.
No obstante, estas revisiones no parecen generar demasiada preocupación en Pekín, que ya había anunciado una previsión de crecimiento muy cautelosa para este año. En la Asamblea Popular Nacional, el máximo órgano legislativo de China que se celebró en marzo, anunciaron que sus previsiones del PIB para este año serían de “alrededor del 5%”, ubicándose así dentro del rango de los analistas.
Aun así, el gabinete de Xi Jinping realizó una reunión presidida por el primer ministro Li Qiang, de la que salió un proyecto de normas administrativas que regirán la industria y el capital privado del país. Sin embargo, el Consejo de Estado no publicó cuáles iban a ser estas medidas. Además, Li Quiang está de gira, visitando Alemania y Francia, por lo que no parece que vaya a haber un anuncio de medidas concretas de estímulo de carácter inmediato.
“Gasto de venganza”
En su reporte económico, Goldman Sachs subraya que “la recuperación china tras la reapertura parece haberse desvanecido”. Cuando el país abrió súbitamente su economía en enero de este año, el consumo se reactivó rápidamente, pero provocó un espejismo, debido al denominado como “gasto de venganza”. Al igual que sucedió en otros países tras la pandemia, los ciudadanos chinos consiguieron ahorrar mucho durante los tres años de encierro y utilizaron de golpe y sin mesura ese dinero una vez que volvió el ocio y se permitieron los viajes.
Ello generó un ecosistema de dinamismo que hizo que la economía del gigante asiático se reavivase y recuperase su habitual dinámica en lo que respecta al consumo y el sector servicios. Pero por detrás, el sector industrial y la construcción, entre otros, ya estaban avisando del enlentecimiento de la economía.
Si bien se espera que el gobierno anuncie un paquete de medidas, los economistas de Goldman estiman que este “será de menor alcance que en las recesiones anteriores”, donde el Estado aumentó la inversión en infraestructuras y bienes raíces “como forma de estimular el crecimiento”.
Todos los analistas coinciden en que Pekín está frente a un ‘dique económico’ construido con una disminución de la población, que a su vez está más envejecida, a lo que se añade el incremento del desempleo juvenil, que registró en mayo una tasa del 20,8%, cuatro décimas más que en abril y la cifra más alta de la serie histórica. Además, existe un nivel muy elevado de endeudamiento de las administraciones locales y las familias, lo que hace que caiga la demanda de vivienda, entre otras cosas.
En tal sentido, se espera una serie de estímulos a la propiedad y las infraestructuras, pero “dirigido y moderado”. “Seguir la misma vieja ruta de usar la propiedad y las infraestructuras para diseñar un fuerte repunte económico sería inconsciente si quieren un crecimiento económico de calidad”, señalan desde Goldman Sachs.
Hasta ahora las primeras medidas de estímulo han sido pequeñas y muy concretas. El Banco Popular de China (PBOC, por sus siglas en inglés) cumplió las previsiones y bajó en 10 puntos básicos la tasa referencial para créditos (LPR, por sus siglas en inglés) a un año, del 3,65% al 3,55%. Este indicador, establecido como referencia para los tipos de interés en 2019, sirve para fijar el precio de los nuevos créditos -generalmente para empresas- y de los de interés variable que están pendientes de devolución.
Todo esto mientras la Fed (ver recuadro) y el Banco Central Europeo (BCE) siguen aumentando el precio del dinero para contener la inflación. Este diferencial de tasas lo que provoca es que el yuan chino siga debilitándose frente al dólar.