Richard Read, exdirigente de la FOEB
El Frente Amplio (FA) entregará el gobierno con un déficit fiscal del 5% que, en un país con baja inversión y caída del empleo, representa un problema. Así lo entiende el histórico dirigente sindical, y advierte que quien vive del salario o la jubilación se verá perjudicado por las medidas que deberán tomarse para paliar el desequilibrio financiero. Sin embargo, remarca que “la culpa no es de quien ajusta, sino de quien deja un déficit de cinco puntos”. Por otra parte, sobre las recientes elecciones, asegura que los dirigentes del FA “pensaron que el gobierno era una cosa perpetua y descuidaron la campaña”.
El menú En la cava de Panini’s, Read degustó ensalada de salmón, y de segundo plato eligió salmón grillé con salsa de eneldo y yogurt, con ensalada de peras, rúcula, lascas de parmesano y praliné de maní. De postre prefirió brochette de frutas con helado de banana split. Acompañó el menú con agua mineral.
Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo
-¿Cómo cree que el FA entregará el gobierno después de 15 años?
-Si tomamos el 2004 como punto de partida, deja un país mucho mejor. El período 2005-2010, para mí fue uno de los mejores gobiernos que tuvo este país, quizás comparable al primer gobierno de Batlle y Ordóñez del siglo pasado, donde hubo leyes que fueron revolucionarias. Se integraron los Consejos de Salarios, se obtuvieron conquistas y beneficios que venían siendo reclamados por muchísimos años. ¿Podía haber dejado un gobierno mejor? Yo creo que sí.
-¿En qué aspectos?
-Desde el punto de vista financiero, dejar un país con cinco puntos de déficit fiscal es un problema, si bien casi dos puntos son de un tema externo a la gestión del FA, que es la seguridad social. Pero dejar cinco puntos en un país donde las inversiones están menguadas –a excepción de UPM, que veremos cómo evoluciona-, con un empleo que está decayendo, con una región convulsionada en lo financiero, es un problema.
-¿Cree que el nuevo gobierno va a estar a la altura de sortear ese problema?
-La mayoría de la población entiende que sí. Creo que ganara quien ganara en noviembre, se iba a encontrar con el mismo panorama. Este tipo de situación siempre genera dolor, y normalmente es mucho más agudo en las clases sociales que dependen del salario. Por lo tanto, ambos iban a tener cinco puntos de déficit fiscal y un descaecimiento en los resultados de la educación, que ameritan sí o sí una reforma educativa. Las declaraciones de Martínez no daban señales de tener voluntad de hacerlo. El nuevo gobierno ha demostrado que sí, el tema es qué tipo de revisión va a hacer en la educación. Todos hablan de EDUY21, pero esa organización tiene un libro enorme. Qué toman y qué dejan va a tener la impronta del gobierno electo. Es un problema.
-¿Por qué?
-En Uruguay, cuando se toca una estantería, siempre se cae alguna pieza. Plantearse una reestructura en el Estado es como tocar un mamut, son inamovibles. Cualquier cosa que se quiera tocar genera ruido, pero la reforma educativa es imperiosa si queremos realmente un Uruguay mirando el siglo XXI.
Sobre el país que deja el FA, la seguridad es otro tema. Uno podrá cuestionar si el FA hizo poco, mucho o nada, pero el problema de la seguridad es una ola mundial y latinoamericana. Hace poco presenciamos un acto terrorista. ¿Qué diferencia tiene este energúmeno que tiró cinco o seis balazos y mató a un muchacho, con los que entran en Estados Unidos a un shopping con una ametralladora y matan a 25? Ninguna. Esa es una violencia producto de una pérdida de valores importante, pero achacárselo al FA es una mochila muy pesada; creo que hay una responsabilidad colectiva de la sociedad de muchos años más.
Por otro lado, las relaciones laborales quedaron inconclusas; fueron circunscriptas exclusivamente a discutir salarios. Hace más de dos años que habría que haber revisado los Consejos de Salarios. Hay que integrarles contenido como productividad, evaluación de tareas, capacitación y empleo. El gobierno entrante no los va a incluir, ya lo ha manifestado la futura ministra de Economía, explicando que los Consejos de Salarios sustituirán al componente de ajuste por rama por la regionalización y por salario por rama pero según el tamaño de la empresa.
-Es inviable y es conflictivo. ¿Por qué es inviable? ¿De qué manera van a medir el tamaño de las empresas? ¿Por su renta? ¿Por su productividad? ¿Por el volumen de producción? ¿Por el número de trabajadores? No es justo porque no es equiparable. ¿Qué significa por región? ¿Implica que el concepto de “a misma tarea, igual remuneración” deja de existir? ¿Yo hago el mismo trabajo pero tengo remuneración distinta porque estoy en Artigas, porque justamente el real es beneficioso para el cambio con Uruguay? Y cuando cambia el real, ¿qué pasa? Es un mensaje de sirena para los oídos de los empresarios.
-Dice que esto es conflictivo. El movimiento sindical…
-Tiene que resistir. Si a vos alguien te saca el celular, te vas a resistir, si es tuyo, si ya lo adquiriste.
-¿Estas medidas pueden hacer que haya pérdida de derechos?
-Perdés el derecho de a igual tarea, igual remuneración, por ejemplo.
-El gobierno electo afirma que no va a tocar derechos adquiridos.
-Me gustaría creer que es por falta de conocimiento de los Consejos de Salarios. Me gustaría ser iluso por un rato, pero esto es política.
-Cuando Topolansky dijo que si ganaba la oposición se generaría “una enorme movilización social”, ¿fue por esto que usted dice?
-No. Van a ser los conflictos normales de cualquier democracia, dentro del marco de la ley. Puede ser un caos, una huelga de dos o tres días, pero nada distinto a la historia del movimiento sindical uruguayo.
-¿Por qué cree que el balotaje fue tan reñido?
-Porque le tocó la fibra al militante de base, al de toda la vida, al anónimo, al que valora las conquistas, a aquel que estuvo marginado durante décadas y logró mejoras. Los dirigentes no estuvieron a altura de los acontecimientos, producto de la soberbia, de creerse lo más grande del mundo, de pensar que el gobierno era una cosa perpetua, y descuidaron la campaña. Del otro lado hubo una campaña muy inteligente de Lacalle Pou, que supo pararse como un estadista y no se salió de la línea.
-Que el FA no haya hecho política de alianza en cinco años es una actitud. A las pruebas me remito: 11 partidos se postularon [en octubre], 10 estaban en un bloque –después se formó uno más chico- y el FA solo. O sea, como la mayoría parlamentaria le daba la chance de no consultar a nadie, no lo hacía. Creo que eso es un problema de soberbia o de incapacidad, de una evaluación política equivocada.
Tampoco fue la mejor fórmula, y no estoy hablando de las personas porque a Daniel lo conozco hace muchos años y me merece respeto y cariño, pero creo que no ayudó. La decisión que tomó el Partido Nacional la propia noche de la interna de presentar a Argimón fue muy contundente. En el FA hubo una demora, un manoseo de nombres que no fue simpático, más bien enojoso. Además, subestimaron a esos 200.000 votos que luego no estuvieron, pensaron que era jugar y cobrar. En algún momento analizarán por qué se fueron esos votos.
-¿Es buena la alternancia después de 15 años?
-Sí, claro. Es parte de la democracia. A mí no me quita el sueño. En tiempo de bonanza hay que aprovechar para fortalecer las herramientas que la sociedad creó, y me parece que en ese tema tenemos un déficit. Por ejemplo, en el caso de los sindicatos, estamos lejos de ser el sindicalismo de otrora, clasista, independiente, creíble, con muchísima gente que tenía una expectativa; hemos perdido esa impronta, se ha perdido independencia de clase.
-Varios economistas plantean que como el crecimiento de la economía ya no es el mismo, por algún lado habrá que ajustar. ¿Coincide?
-El déficit de cinco puntos es muy hiriente y duele. Cualquier gobierno racional, del color que sea, va a hacer el esfuerzo de bajarlo. Algunos aplicarán un bisturí y otros un hacha, pero la incisión la van a hacer. Han dicho que no van a tocar los gastos sociales; puede ser que haya algún gasto superfluo que pueda ser sustituido y no mueva la aguja. Se habló de 900 millones de dólares, pero que no se aumentaran las tarifas genera una situación de desequilibrio. El problema de la seguridad social se va a acentuar, porque si se pierden más puestos de trabajo –que son reemplazados por la tecnología- baja el número de activos, pero no el de pasivos.
Yo no veo una economía atractiva para la inversión, porque la inversión de UPM es a costa de tenderle una alfombra roja con toda la protección habida y por haber. Las 200.000 pequeñas y medianas empresas que tienen sobre sus espaldas casi 800.000 trabajadores, que no tienen subsidios ni ningún retorno tributario, han sido las grandes ausentes y no se ven, mientras que se ha pensado mucho en el gran capital, que genera un boom pero a corto plazo.
-¿Cómo vio esa decisión de no aumentar las tarifas, que en realidad había sido anunciada en julio?
-Las tarifas aumentan todos los años por el IPC. Creo que los precios de electricidad, de agua, los impuestos, son altísimos comparados con los salarios. Sigue habiendo 500.000 trabajadores que ganan menos de 20.000 pesos, por lo tanto, las tarifas para esa gente son carísimas. Gabriel Oddone decía, días antes del balotaje, que afirmar que no va a haber ajuste tarifario es solamente posible en una campaña electoral. El tema es que por sí o por no, siempre el corte es por la línea más fina, porque a quien le va a pegar va a ser al sector que vive de la remuneración o de la jubilación. Entonces, ¿la culpa es de quien ajusta o de quien deja un déficit de cinco puntos?
-¿Usted qué piensa?
-Yo pienso que es de quien deja un déficit de cinco puntos. Si no hubiera déficit fiscal, no tendríamos por qué hablar de ajustes.
-¿Cree que si hubiera ganado el FA habría aumentado las tarifas?
-Sí, las habría aumentado. Esas chicanas existen desde que yo me conozco, no son invento de Tabaré.
Los centros educativos, los hábitos de estudio y la cultura del trabajo
-¿Qué espera para los próximos cinco años?
-Desearía un país en crecimiento, con una reforma educativa con la que realmente ingresen al sistema chiquilines que están en la marginalidad, que tengan las mismas posibilidades los pibes de Casavalle y del Borro que los de Punta Gorda y Malvín. ¿Es posible? Claro que sí. Nosotros, con los centros educativos de la FOEB, hicimos que fuera posible, dándoles un entorno acogedor, útiles, uniformes, buenos educadores, merienda, almuerzo, buen trato, respeto y obligaciones. Desearía un país con derechos y obligaciones. Yo viví en un país donde solo me exigían mis obligaciones, pero en los últimos años, para mucha gente solo ha habido derechos, por eso la cultura del trabajo se ha perdido.
-¿Qué logros puede destacar de los centros educativos?
-Los centros educativos vinieron para quedarse. Tenemos cinco y vamos a abrir un sexto el año que viene. Los resultados están a la vista: cero repetición en 2018 y en 2019; hay chiquilines de asentamientos que hoy están enseñando ajedrez a sus pares en primaria; la robótica está instalada en los centros. Además de límites y contención social, se les da una serie de valores donde se incluyen los hábitos de estudio y la cultura del trabajo. Ojalá el gobierno lo adopte, ojalá lo hubiera adoptado el gobierno que se fue. Lamentablemente ni siquiera tuvimos la visita de compañeros que fueron invitados a las inauguraciones. Nosotros estamos muy orgullosos de los resultados. Hace poco la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura nos distinguió con una mención especial por los centros educativos.
-¿Cuál es la realidad de los chicos que asisten?
-Hoy tenemos 320 chiquilines y con un esfuerzo vamos a llegar a los 400. El 80% son de contexto crítico, muchos viven en condiciones extremas. Los centros están en Paysandú, Lavalleja, Maldonado y Montevideo. Son a contraturno, no compiten con nadie y para asistir es obligatorio ir a la escuela. A los chiquilines les damos el mayor confort que podemos y les enseñamos que en la sociedad hay códigos de convivencia. No está permitido el insulto, mucho menos la agresión, y los celulares no entran. Aparte de apoyo escolar hay talleres de ajedrez, de robótica, de inglés, de huerta, de música, de lectura. Es una inversión que hace el gremio de la bebida. Ojalá tengamos la posibilidad de multiplicarlos.
-¿Qué se necesita?
-Se precisan fondos. Así como el gobierno ha contratado a varias ONG para hacer limpieza de calles o parquizado, ojalá quisiera invertir en esto. Ojalá otros gremios emularan esta situación y la sociedad civil apostara a darles una mano a estos chiquilines que, si no es de esta manera, los vamos a terminar viendo en la crónica roja.