Sergio Abreu: “La gran crisis uruguaya hoy es de competitividad”

Sergio Abreu, exministro de Relaciones Exteriores – Partido Nacional


En diálogo con CRÓNICAS, el excanciller hizo un repaso de la actualidad regional, puso la lupa en la difícil situación que vive Argentina e hizo alusión a los fracasos del Mercosur. En este sentido, dijo que el bloque agravó sus problemas cuando el aspecto comercial empezó a ser sustituido por el ingrediente ideológico. Se refirió al papel que debe jugar el país hoy en el bloque regional, a la vez que remarcó que nuestra gran crisis hoy es de competitividad, y expuso las razones.

Por Oscar Cestau | @OCestau

-¿Cómo observa la situación de Argentina y qué impacto puede tener para Uruguay?

-Tenemos un planteo histórico por nuestra cercanía geográfica y comercial, en todos los aspectos. En la economía y en el comercio, los países asimétricamente menores tienen enormes dificultades, e impactan muy fuerte las crisis que se producen al lado. Nosotros hemos vivido muy cerca de todo eso. Las dos grandes crisis de los últimos tiempos fueron las de 1982 y la del 2001-2002, todas vinculadas a la situación regional, sobre todo la de 2001. El gran tema es cuánto nos puede afectar, porque la vez pasada nos pegó muy fuerte. Aquí hoy la gran discusión es si estamos acoplados o desacoplados, pero en cualquiera de los dos escenarios el impacto es importante.

Pero hay que ir más allá… En primer lugar, hay un gran fracaso del Mercosur ante la ausencia de coordinación de políticas macroeconómicas. Esto involucra el tipo de cambio. Como el tipo de cambio no está coordinado, las alteraciones de las economías muy grandes, con las que tenemos un comercio muy intenso, afectan directamente nuestra cuenta comercial. Nosotros estamos en una situación de desajuste de la moneda brasileña, pero ahora, sobre todo, de la argentina. Eso va a repercutir.

-¿Cómo desembocó Argentina en esta situación?

-Principalmente, es producto del déficit fiscal, más allá de otros temas. Además, Argentina tiene un tema histórico de relacionamiento de Buenos Aires con las provincias. A su vez, porque el gran sentido populista argentino, que está impregnado del ADN peronista, siempre ha mantenido una enorme dependencia de los cinturones de Buenos Aires, entonces se hace una política de subsidio. Se subsidia, se busca el clientelismo… El populismo es válido cuando hay dinero, si no lo hay, se acabó, y si no veamos lo que pasa en Venezuela.

-Algunos analistas dicen que la receta escogida por Argentina para superar este duro momento es vieja y que no da resultados. Incluso marcan el hecho de acudir al FMI. ¿Alcanza con eso? 

-El objetivo es déficit fiscal cero, pero la gran pregunta es por qué no lo hizo antes. Macri dice que no pudo porque no tiene mayorías totales, y habla de la herencia maldita. En realidad, parecería que, en el tránsito de una elección a otra, si hubiera aplicado esa política tan radical no hubiese obtenido resultados electorales parecidos. Ahora está jugando al borde del abismo y por dar un paso hacia adelante. ¿Cómo hago para mantener la confianza en la moneda? Si la moneda se escapa, también lo hace la inflación, y si eso pasa, no hay nadie que viva tranquilo. El FMI no viene solo, sino que lo van a buscar, y si voy a pedir su ayuda, te va a decir qué tenés que ajustar y cómo disciplinarte. Argentina empieza a recorrer un camino muy difícil, no solo económico, sino político.

El tiroteo político argentino es antropofágico. Argentina nunca tuvo lucha de clases, ha tenido siempre lucha de plazas; van todos a las plazas. Ese tipo de pueblo, que va para un lado y para otro, tiene una movilización de protesta general o de apoyo puntual, pero es siempre de confrontación. La base social y el sistema de relacionamiento institucional argentino están cada vez más débiles. Saben que una confrontación social no los lleva a ningún lado y que todo repercute en la economía, con un default o lo que fuere. Macri deberá hacer un esfuerzo, y el sistema político tendrá que mostrar madurez, pero todo se mira con un criterio electoral.

-¿La situación argentina es un golpe al Mercosur? 

-En realidad, la filosofía mercosuriana, que se miró como reflejo a algo parecido a la integración europea, no tuvo ningún tipo de resultados. Argentina y Brasil nunca han tenido la voluntad de disciplinarse. El proceso permaneció en una zona de libre comercio incompleta, con una unión aduanera que quedó con un arancel externo común perforado en muchos aspectos y, por tanto, no es el instrumento que podría asegurar o proyectar un proceso de integración más profundo. Ese es un tema que está muy vinculado a la voluntad política de Brasil y Argentina. El proceso de integración empezó a tener una alteración cuando el aspecto comercial fue sustituido por el ingrediente ideológico. Ahí los temas de integración ya fueron de carácter político excluyente, en el sentido de que no todos coincidían, como sí ocurrió con el Mercosur en un principio, en una estrategia de integración. Ahí el punto de inflexión fue Venezuela.

«Trump cambió el estilo de gobernar en el mundo porque ahora no hay política exterior, sino diplomacia presidencial por Twitter. Trump tuitea y el resto de los que están abajo tienen que seguir lo que ya decidió. Hace como si jugara al póker, farolea, como se decía antes».

-¿Cómo ve parado a Uruguay en el escenario regional?

-La realidad nos pone frente al rol que Uruguay debe jugar, y este está en su estructura productiva y en su corriente de exportación. Se habla de la primarización de Uruguay, y esta semana escuché decir a Richard Read que el Uruguay industrial ya no es tal, por varias razones. Nosotros hoy somos exportadores de soja, de carne, de pasta de celulosa; parecería que tuvimos una retracción a los productos básicos, más allá de que hay un agregado de valor y de servicios en todos ellos. Hay transformaciones en la globalización del mercado, pero también en la región. Nuestro país no debe acompañar con la misma inconducta aspectos como, por ejemplo, el déficit fiscal. El déficit fiscal argentino estaba en el 6%, más o menos, que en un producto bruto de 500 mil millones de dólares es importante, y ahora dice Macri que lo va a bajar a cero. ¡Pero el nuestro es de 4%! El gobierno ha dicho que lo va a llevar a 2,5%, pero no creo que lo logre. Los gobiernos de esta naturaleza tienen una malignidad en su política, porque recaudan implacablemente como capitalistas, y gastan indisciplinadamente como socialistas. Entonces, el gasto no está visto como un tema de reforma estructural, sino como parte de un asistencialismo, de un populismo que está más cerca del criterio electoral de reforma de fondo. Ahí es donde estamos muy mal. Uruguay tiene que elegir entre ser bisagra o el Peñón de Gibraltar. Si quiere ser bisagra, tiene que tener una infraestructura desarrollada, complementación de energía, comunicaciones, y una política de frontera activa. En el tiempo que tuvimos enormes recursos, dado los precios internacionales, gastamos en forma indisciplinada.

-El país tiene problemas de competitividad, y el tema parece agravarse ante este panorama regional…

-Nuestra gran crisis hoy es de competitividad. En los últimos tiempos cayó la inversión, ¿nadie se pregunta la razón? Puede ser que algunos sectores sean menos dinámicos, pero si viene un inversor y pregunta cuánto paga de impuestos, de tributos, de tarifas, averigua sobre el ambiente laboral, y que hay un decreto que permite que le ocupen la fábrica, que va a tener que dar aumentos de sueldo bajo determinados parámetros, y que como es gran consumidor va a pagar tanto de energía, por encima de la tarifa, va para otro lado. ¿Cómo enfrenta esa competitividad con costos y salarios muy altos -incluso ahora piden las seis horas-, tarifas que no controlo, y un tipo de cambio que para aquel que es exportador no tiene la compensación o la capacidad de absorber esa presión de lo que llaman no transables? Esa competitividad está reflejada en el 8% de desempleo que tenemos, que es una cifra alta cuando venimos creciendo durante 15 años. Si yo estoy con ese crecimiento que, si bien no excepcional estamos en situación diferente a otras partes del mundo, y estoy con el PIB de la naturaleza del de Uruguay, la distribución del ingreso tendría que ser mejor. ¿Dónde estoy fallando? Seguramente, en las políticas redistributivas o en las reformas estructurales de fondo. Si yo transfiero fondos para una política social, como le llaman, sin que sea una política de transformación, lo que estoy haciendo es un populismo asistencialista, que se transforma en una tragedia cuando se acaba la plata.

-Todas las partes coinciden en que Uruguay tiene la necesidad de hacer acuerdos económicos. ¿Qué hacemos cuando estamos atados al Mercosur, y eso dificulta la posibilidad de negociar por afuera?           

-Nuestra conexión con el Mercosur, y ese proyecto de bloque, la famosa Decisión 32, ha tenido dificultades tan grandes que no se justifica ni que esté. El tema es que se quiso hacer un bloque desde el punto de vista ideológico, con Venezuela también, pero eso fracasó. Uruguay tiene que ejercer la inteligencia molesta, es decir, estar pensando y planteando todos los días soluciones, pero no de ruptura ni de enojo, sino de soluciones al sistema de integración. Estamos todo el día dependiendo de lo que pasa al costado. Esa no es la integración que sirve, porque la apertura es irreversible. Pero el gobierno uruguayo aún no ha laudado qué grado de apertura puede tener.

-¿Ve posibilidades de cerrar un acuerdo con la Unión Europea (UE)?

-La UE tiene demasiados problemas como para dar un paso adelante en un bloque. La salida del Reino Unido es importante, pero ellos tienen una política comercial común; negocian como bloque, más allá de los fracasos. Y la UE en esta situación no gana nada mandando la señal de que cerró un acuerdo con el Mercosur. Nosotros no representamos hoy la prioridad de los grandes actores del mundo global, salvo que somos los que tenemos las más importantes reservas alimentarias y la segunda reserva de agua del planeta.


“Nos transformamos en productores de personajes como Mujica”

En opinión de Abreu, la Organización Mundial del Comercio (OMC) no avanza por las dificultades en la nueva agenda, y en esta coloca a aspectos como la propiedad intelectual, servicios, trato nacional para las inversiones, solución de controversias; es decir, todo lo relacionado con la regulación de comercio.

“Los aranceles ya estaban acordados. Pero ahora los países que se protegen, como Estados Unidos con Trump, suben los aranceles en forma unilateral, no cumplen con sus obligaciones en la OMC y extienden la guerra comercial tanto a nivel arancelario como de normas regulatorias. Uruguay siempre se va a perjudicar en un mundo sin reglas”, explicó.

Eso se extiende al gobierno global. “Las instituciones de posguerra respondieron a otra realidad -ejemplo, Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad-. Y ahora somos G20, G8, G7, OCDE, etc., clubes reducidos que toman decisiones para los demás estados” añadió.

A su vez, considera que Uruguay perdió su rol pionero en la comunidad internacional. “La Ronda Uruguay le hizo ganar gran prestigio. El problema es la división interna en el propio Frente Amplio, donde hay posiciones encontradas. Perdimos credibilidad, capacidad de propuesta y nos transformamos en productores de personajes como José Mujica, que no valoran la importancia de la seguridad jurídica y del Derecho. Antes éramos una referencia, ahora somos una curiosidad. El Uruguay de los principios y del realismo fue sustituido por lo político-ideológico y el oportunismo. Así nos fue en la integración. El “disparatario” del expresidente Mujica nos llevó a los tablados globales del entretenimiento. Volver a la normalidad es difícil, pero hay que hacerlo”, reflexionó.