El avance tecnológico y el surgimiento del ChatGPT-4, una inteligencia artificial que interactúa con los usuarios y elabora respuestas a sus solicitudes, está empezando a desembarcar en todas las áreas de la sociedad. Ante esto, CRÓNICAS consultó a un especialista en la materia, quien mostró su preocupación, y a distintos políticos que se han desempeñado en el tema de la educación y quienes coincidieron en que este surgimiento plantea un desafío en el ámbito educativo.
Por Mateo Castells | @teocastells
Una persona pregunta y una inteligencia artificial (IA) responde. Así funciona el ChatGPT-4, generative pre-trained model en sus siglas en inglés. Pareciera que la humanidad, en su afán de reinventarse y progresar, caminara incansablemente por esa cuerda floja por la que caminó hace más de un siglo, cuando en la revolución industrial, esa que las películas de Charles Chaplin ilustraron, las máquinas de las fábricas comenzaron a sustituir el trabajo manual de las personas.
A un obrero con la cara manchada de grasa que martillaba un hierro que desfilaba por una cinta de una fábrica sistemáticamente, en el siglo XX se lo suplantó por una máquina que era capaz de desempeñar su tarea, pero de forma más efectiva y así mejorar el proceso de producción. Hoy, en el siglo XXI, nuevamente una invención del propio humano podría provocar que, trabajos aún más complejos que las personas desempeñan, puedan caer ante las máquinas y surjan nuevos chaplines.
Estos pre-trained models son modelos entrenados con billones de registros, que demostraron un alto desempeño en lo que, en el rubro de la IA, se conoce como zero-shot learning, donde a este ser tecnológico se le plantean ciertos problemas y en base al contexto son capaces de resolverlos.
Mauricio Repetto, ingeniero en Sistemas con un posgrado en Analítica de Big Data, contó a CRÓNICAS que estos modelos utilizan la “teoría de aprendizaje” donde opera la falla y el error y, a través de las distintas solicitudes de los usuarios, adquiere conocimiento.
“La máquina se maneja con una lógica de recompensa, para que el modelo aprenda las respuestas que esperaría el usuario cuando alguien le haga una pregunta o solicitud similar”, explicó. En este sentido, dijo que principalmente se alimenta de la información e interacción que la gente hace de forma ociosa.
Máquinas que piensan
Repetto, quien conoce de cerca el desarrollo de estas novedosas herramientas, a pesar de estar sumergido en el mundo de la IA, mostró su preocupación en el impacto que, actualmente con el lanzamiento del modelo GPT-4 y el inminente desarrollo del GPT-5 -modelo en el que se prevé que su capacidad de producción iguale a la de un humano- el espectro de trabajos y tareas posibles que podrían caer en manos de las máquinas y los robots, se está abriendo. “En este sentido no se puede hacer nada, no hay cómo escapar, solo nos queda adaptarnos”.
Imágenes, trabajos académicos, diseños, análisis de determinado texto o la apropiación de un dialecto específico de la lengua española, son algunas de las capacidades que esta inteligencia ha desarrollado. Tan solo basta con ingresar desde un teléfono u ordenador y escribir en su chat para comenzar a interactuar.
Es de esta forma que las cualidades intrínsecas a los humanos, léase el arte, el pensamiento y la producción de conocimiento, comienzan a ser cuestionadas ante este avance tecnológico que busca imitar lo que un cerebro humano es capaz de hacer, provocando que los distintos sectores de la sociedad sientan su impacto.
ChatGPT-4 en la educación: alumnos artificiales
La modernidad y los avances constantes en tecnología han comenzado a influir en la educación. Los mapas que se calcaban utilizando la luz de las ventanas, las fecundas enciclopedias que se consultaban en bibliotecas inmensas, las cartulinas de colores sobre las que se exponía información, que rápidamente fueron suplantadas por las presentaciones proyectadas y los dictados, son aspectos que comienzan a ser relegados, de a poco, a un lugar simbólico, donde tan solo pasarán a ser recordados como el blasón de una época pasada en la que, dentro de las instituciones educativas y los grupos de jóvenes, la tecnología aún no predominaba.
Primero, en la Grecia Antigua, Sócrates fue quien criticó la escritura, argumentando que la transmisión escrita no fomentaba el pensamiento y el desarrollo de las habilidades de aprendizaje. Posteriormente, la invención de la calculadora puso en duda las capacidades humanas y se temió que, ese avance que permitía al humano efectuar cuentas matemáticas con tan solo pulsar botones, fuera un arma de doble filo. Pero con el paso del tiempo, lo que se temía, en ambos casos, no ocurrió. Pero nunca fueron avances que amenazaran con acercarse, tan íntimamente, a lo que el humano es capaz de hacer.
Tal vez la educación, ante las tendencias que imponen los avances tecnológicos, donde los alumnos serán cada vez más individualistas y sus rostros pasarán alumbrados por las pantallas, pueda parecerse, en su génesis, a lo que la banda británica Pink Floyd canta -y a veces grita- en “Another Brick in The Wall”.
Para ahondar en el asunto, CRÓNICAS consultó a Felipe Schipani, diputado del Partido Colorado, y a Liliam Kechichian, senadora del Frente Amplio, quienes han estado envueltos en las discusiones en torno a los temas educativos. Ambos integran las respectivas comisiones parlamentarias de Educación y Cultura, y coincidieron en que la IA es un desafío.
Schipani reflexionó que “salvando las distancias, estos son fenómenos que se vienen planteando y que impactan no solo en el sistema educativo, sino también en la vida en sociedad”. En este sentido, dijo que el sistema educativo “no se debe negar a estos avances”, porque el negacionismo “no sirve de nada”.
“Debemos reconocer que hay nuevos fenómenos tecnológicos que se están imponiendo, que cada vez se van a desarrollar más y utilizarlos a favor del sistema educativo y de la formación de nuestros jóvenes. Podrá hacer muchas cosas la IA, pero hay cosas que no van a ser modificadas, que no se van a poder sustituir, como la interacción humana, la capacidad de creación que tiene el intelecto humano, o la cuestión de los sentimientos”, recalcó.
Pero Kechichian tiene sus preocupaciones al respecto, y considera “imprescindible” la sociabilización en la formación de los jóvenes. “Un individuo solo con un aparato nunca va a ser mejor que un individuo rodeado de amigos y compañeros, donde puedan debatir posturas diferentes”, fundamentó.
“Me parece que hay que saber utilizarla, saber qué es lo que se quiere, cómo buscarlo y qué tomar y qué no tomar de lo que nos dice esta IA. En ese sentido creo que hay un cambio radical que afecta a la sociabilización”, concluyó la senadora frenteamplista.
La evaluación, la otra arista del problema
Los alumnos, a lo largo de la historia, han buscado e inventado ingeniosas herramientas para sacar ventaja a la hora de ser evaluados. Probablemente, muchos de quienes lean este texto, alguna vez en su recorrido académico hayan hecho lo que se conoce como “trencito”, ese papel o nota escondida en algún lugar invisible ante la vista del docente y que sirve para, en instancias de evaluación, tener el conocimiento a la vista.
Las posibilidades que brinda la IA en este escenario son múltiples y abre el abanico de los atajos que los educandos puedan tomar, lo que despertaría la suspicacia de los docentes.
Kechichian reparó sobre este aspecto y dijo que “muy probablemente, la evaluación en la medida en que la adquisición de conocimientos cambió, en algún momento tendrá que tener sus modificaciones”.
Por su parte, el diputado colorado opinó que la transformación educativa que está en marcha, “de alguna manera nos orienta en esa dirección, no es hacia una educación meramente de conocimientos, asignaturista, en donde el éxito educativo se mide por recitar la lección, algo que claramente ha quedado atrás, y justamente la transformación educativa cambia este paradigma”.