Uruguay posee las tasas más altas de desempleo juvenil de la región, dado que el 60% de esta franja etaria no tiene un empleo. Para analizar los principales aspectos de esta problemática, CRÓNICAS consultó a Pablo Menese, sociólogo especializado en políticas educativas; Felipe Migues, economista del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED); y Felipe Paullier, director del Instituto Nacional de la Juventud (INJU), quienes coincidieron en que el principal factor que influye en el desempleo juvenil es la educación media, que no brinda las herramientas “necesarias” para la inserción laboral.
Por Mateo Castells
Cuando Varela hizo gratuita, laica y obligatoria la educación primaria en 1876, Uruguay era un modelo de país donde se necesitaba alfabetizar a la población para establecer y consolidar un Estado nación.
Sobre esos cimientos educativos el país creció y se desarrolló, llegando a ser lo que es hoy. Pero el último cambio en la trayectoria educativa que se implementó fue en 2008, cuando se estableció al bachillerato como educación formal obligatoria.
Las características de la educación uruguaya, con su sesgo enciclopedista y contenidista, pese a que se haya implementado una aún prematura reforma que busca apuntar hacia la generación de las competencias adecuadas para el mercado laboral, es uno de los principales factores que repercute en que Uruguay tenga las tasas de desempleo juvenil más altas de la región, de acuerdo a los especialistas consultados por CRÓNICAS.
En el país, entre los menores de 25 años, seis de cada 10 están desempleados y, en esta franja etaria, el desempleo es 21,5% mayor que en los mayores de 25, según un estudio presentado por el CED.
La formación, la primera arista del problema
El sistema educativo, con sus bajos niveles de culminación -el 60% de matriculados no terminan la educación obligatoria-, es el primer aspecto a tener en cuenta a la hora de analizar el desempleo juvenil.
Sobre cómo se forma a los jóvenes y el contenido curricular de los programas educativos, Pablo Menese consideró que “no solamente hay mucha gente que no termina, sino que incluso los pocos que terminan no tienen competencias hacia el mercado de trabajo, además de que tienen, en todo caso, competencias hacia el nivel superior”. Agregó que hay un encuadre “específico e implícito” en contra de orientar la acción pedagógica hacia el mercado laboral.
Al respecto, Felipe Migues dijo que esta problemática se entiende al pensar en el hecho de que terminar la educación “no implica necesariamente aprendizaje”, algo que es la “crónica de una muerte anunciada”.
En este sentido, el economista sostuvo que “hay generaciones que no están terminando el liceo y un mercado de trabajo cada vez más demandante, entonces es esperable que tengan problemas, y esto no se soluciona con que consigan empleo o no, porque los trabajos que consiguen, por lo general, son de baja calidad y poca remuneración, con perspectivas complicadas en términos de avances de la tecnología”.
Es por ello que el problema no solo está enfocado hacia quienes no culminan la educación, sino también a aquellos que en su currículum solo cuentan con bachillerato culminado, un grupo de la población que, según las encuestas, tienen tasas de desempleo similares a quienes solo terminaron ciclo básico.
La segunda arista: el contexto socioeconómico y una dicotomía
Para aquellos jóvenes de hogares favorecidos, que poseen un capital humano bueno brindado en muchos casos por su contexto social -entiéndase como un lugar donde acceder a su primer empleo facilitado por un contacto familiar o social-, un primer trabajo será más accesible, pero, por el contrario, no lo será para quienes provienen de contextos desfavorables.
Los jóvenes que vienen de los hogares desfavorecidos no poseen “un capital de origen sobre el que pararse”, por lo que sus herramientas para salir al mercado laboral son su capital humano “acotado” y sus competencias.
“Entonces, si vos tenés un sistema educativo que explícitamente educa en contra del mercado laboral, esos jóvenes que no tienen un capital de origen terminan haciendo lo que pueden, trabajando en depósitos, logísticas y servicios”, explicó Menese. Asimismo, resaltó que la distinción sobre el ingreso al mercado de trabajo “no tiene que ver con la clase”, sino con el tipo de empleo que se consigue a determinada edad, lo que está asociado a las “irresponsabilidades del sistema educativo, que deja a los jóvenes de los hogares más vulnerables expuestos al azar del mercado laboral”.
Si se enfoca al problema en general, las conclusiones que se arrojan aluden a que las principales causas se encuentran en la formación que otorga la culminación del bachillerato, más enfocada en brindar herramientas para un posterior seguimiento del trayecto educativo en el nivel terciario que para la búsqueda laboral.
A su vez, si se focaliza la atención en el nivel educativo terciario, las tasas de desempleo para las personas con un título universitario en Uruguay son del 2%, sobre lo que Migues cree que produce un desempleo “friccional”, con personas que están buscando su primer trabajo, gente que está cambiando de trabajo, pero con “un universitario en Uruguay que difícilmente se quede sin empleo”.
Políticas públicas, estimulación del sector y beneficios a quienes contraten jóvenes
El pasado 17 de agosto se presentó la 12ª edición del programa Yo Estudio y Trabajo, donde se convoca a jóvenes de 16 a 20 años que deseen obtener su primera experiencia laboral.
Felipe Paullier, titular del INJU, en diálogo con CRÓNICAS valoró la iniciativa y declaró que “numerosas evaluaciones muestran que cuando se genera una política pública de estas características, vinculada al área educativa, arroja buenos resultados”.
En este sentido, enfatizó en que se deben generar políticas “específicas y focalizadas” para estimular la contratación de personas jóvenes en modalidades de primeras experiencias, donde la política histórica es Yo Estudio y Trabajo, que tiene “bastante éxito” en términos de brindar experiencias laborales.