Director de SEG Ingeniería
En un mundo donde la población tiende a crecer y a mejorar su calidad de vida, el consumo de energía aumentará a mayor velocidad. La buena noticia es que la eficiencia energética es un recurso disponible y barato, aunque deben desarrollarse políticas que vayan en esa dirección. En ese aspecto, la segunda transición energética que promueve el gobierno es una señal alentadora para el futuro.
-¿Cuáles son los desafíos más importantes que tiene el país en lo que respecta a la eficiencia energética?
-La población mundial es de casi 8.000 millones de personas, y se estima que aumentará hasta 10.000 millones para el 2050. Este gran crecimiento determinará un importante incremento en el consumo global de energía.
Los recursos no renovables (petróleo, carbón, gas natural, uranio) son finitos y la humanidad los viene consumiendo con gran voracidad, y para el fin del presente siglo probablemente no se disponga más de petróleo ni gas natural porque lo habremos consumido todo. Nuestros nietos o bisnietos nos van a reprochar habernos devorado todos esos recursos subterráneos que se generaron en millones de años, en apenas dos siglos.
-¿Qué va a implicar esto?
-Esta situación va a estresar el mercado energético global, encareciendo los precios de la energía, lo que impactará en el bolsillo de los consumidores.
El costo de la energía ya es pesado para los consumidores, de hecho, en Uruguay, el presupuesto destinado a la energía (electricidad, gas, leña y combustible para transporte privado) representa aproximadamente el 13% del gasto total de un hogar. La electricidad es el ítem individual de mayor peso porcentual en el cálculo de la inflación (IPC) con una incidencia del 4,6% en la canasta de consumo de los uruguayos.
Por otra parte, el uso de energía es el responsable por el 73% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global, lo que explica por qué es tan relevante reducir las emisiones asociadas al uso de energía.
-¿Cuál es el rol de la eficiencia energética en este contexto?
-La mera transición a energías renovables no será suficiente para mitigar el cambio climático, ni para reducir los costos energéticos de familias y empresas. La eficiencia energética viene a desempeñar un rol esencial a través de la reducción del consumo final de energía, o al menos evitar que siga creciendo, conforme crece la población mundial y se elevan los estándares de vida de cientos de millones de personas.
Afortunadamente, disponemos de la eficiencia energética como un recurso abundante, barato y ambientalmente amigable, pero es necesario desarrollar políticas que promuevan el aprovechamiento de su enorme potencial.
-En ese sentido, ¿cuál es la importancia de avanzar en la segunda transformación energética que ha venido desarrollando esta administración?
-La primera transición energética uruguaya, que fue modelo a nivel mundial, se desarrolló en la década pasada. Se centró en cambiar la matriz eléctrica del país, y se logró mediante la incorporación de grandes cantidades de energía eólica, así como también biomasa y solar fotovoltaica. De ese modo se logró que la matriz de generación eléctrica del período 2016 a 2020 fuera 97% renovable.
La segunda transición energética que está promoviendo esta administración promete importantes cambios a futuro, y las Naciones Unidas han apoyado estas iniciativas creando un mecanismo de apoyo a través del aporte de fondos no reembolsables por US$ 7,5 millones que apalancarán las iniciativas para acelerar esta transición.
-¿Cuál es la clave de esta transición?
-La clave se basa en descarbonizar la economía, utilizando recursos renovables en lugar de fósiles en todos los sectores de actividad. Para ello, además de incorporar energías renovables, será necesario “electrificar” la demanda, es decir, sustituir fuentes fósiles por electricidad de origen renovable. Por ejemplo, pasando a transporte eléctrico o a hidrógeno, pero también incorporando otras tecnologías como sistemas de calefacción o generación de agua caliente en base a bombas de calor.
También será necesario avanzar en la gestión de la demanda, ya que al aumentar la participación de fuentes renovables variables (como la eólica y solar), resultará necesario acompasar la generación con el consumo, mediante tecnologías de acumulación en baterías y el gerenciamiento inteligente de la demanda.
-¿Qué beneficios traerán estos cambios para el país?
-Todo esto le permitirá al país sustituir las importaciones de petróleo por energías renovables autóctonas, atrayendo inversiones, reduciendo la vulnerabilidad a los vaivenes de los precios del crudo y logrando una mayor seguridad energética.
Por otra parte, Uruguay podría consolidar su posición de exportador de energía a partir de fuentes renovables. De hecho, en 2021 por motivos coyunturales vinculados a la sequía que afecta a la región, resultó realmente sorprendente que UTE fuera la principal empresa exportadora del Uruguay con ventas de electricidad (principalmente a Brasil) por un monto de US$ 594 millones.
La segunda transición energética incluirá probablemente la producción y exportación de hidrógeno verde. Este cambio de paradigma, de importador a exportador de energía, resulta particularmente importante en materia de balanza comercial, ya que tradicionalmente el petróleo era el principal rubro de importación de Uruguay, y quizás el futuro nos posicione como país exportador de energía renovable por cables o por barcos en forma de hidrógeno verde o derivados.
-¿Cuánto pesa el factor cultural y educativo en lo que respecta al consumo eficiente de energía por parte de la población?
-Es imprescindible un cambio cultural para adoptar comportamientos que tiendan a un uso eficiente de la energía. La educación juega un rol clave en ese sentido, y es fundamental el diseño de políticas públicas que promuevan la eficiencia energética.
Cuando se habla de eficiencia energética resuena el refrán “lo barato sale caro”, y esto se aplica a que cuando adquirimos un electrodoméstico barato pero ineficiente, resulta mucho más caro al bolsillo si sumamos la inversión inicial más el gasto de energía durante años. Esto aplica a muchos dispositivos como lámparas, refrigeradores o calefones, pero también a vehículos y viviendas.
En efecto, una vivienda con un mal nivel de aislamiento en vidrios, paredes y techos, gastará mucha más energía en su vida útil (50 años) que otra más eficiente.
-¿En qué casos puede incidir el factor cultural en las decisiones de los consumidores?
-Para mostrar un efecto del factor cultural en las malas decisiones de los consumidores, podemos verlo en la muy baja cantidad de colectores solares térmicos instalados en los hogares uruguayos. La solar térmica para agua caliente es una forma de ahorrar mucha energía en los hogares, y resulta una excelente inversión, ya que son sistemas que se repagan con el propio ahorro en unos cuatro años, pero tienen una vida útil de más de 20 años.
Si bien ha venido creciendo, hay menos de 100.000 m2 de colectores solares instalados en el sector residencial (menos de 50.000 hogares, es decir, menos del 4% de los hogares tiene un sistema de este tipo).
Vale recordar que el 37% del consumo eléctrico promedio de un hogar proviene del consumo de agua caliente (calefones). Si bien en la década pasada se buscó desde UTE y el MIEM incentivar la instalación de colectores solares, entregando un subsidio de unos US$ 700/unidad, lamentablemente esta política no tuvo el éxito esperado, y se instalaron muy pocos sistemas aprovechando dicho subsidio.
La leña (recurso renovable) sigue siendo la principal fuente de calefacción de los hogares, y aquí se encuentra uno de los puntos donde el uso es más ineficiente. En efecto, las estufas a leña tradicionales (abiertas), que son las más comunes, son extremadamente ineficientes, ya que tienen un rendimiento menor al 30% (de cada 10 kg de leña gastados, más de 7 kg se van por la chimenea en forma de humo caliente). Si bien se está incrementando el parque de estufas de alto rendimiento (con vidrio templado al frente y doble cámara de combustión), este cambio debería ser más rápido para mejorar la eficiencia de la quema de leña en estos sistemas tan difundidos en el país.
Estos ejemplos ilustran la necesidad de insistir en la difusión de información para que los consumidores puedan tomar mejores decisiones a la hora de adquirir equipamiento que consume energía.
-¿Qué papel cree que jugará el desarrollo del hidrógeno verde, fundamental en lo que refiere a la descarbonización de la matriz energética?
-Existen fundadas expectativas acerca del potencial exportador de hidrógeno verde. En efecto, al contar con muy buenos recursos eólicos y solares, y buenas condiciones para lograr el financiamiento internacional necesario, es posible pensar en un gran desarrollo de esta industria en el país, vendiendo al mundo (particularmente a Europa) energía en forma de hidrógeno o derivados del hidrógeno verde como el amoníaco o metanol.
Es probable también que parte del hidrógeno producido pueda ser inyectado en las redes de gas natural y sea utilizado localmente como un energético más en la oferta local.
También se vislumbra el uso del hidrógeno verde como combustible para el transporte pesado, aunque probablemente deberemos esperar más de una década para que esta tecnología se masifique.
En base a la política nacional en materia de cambio climático, el país tiene como objetivo ser carbono neutral para el año 2050, para lo cual será necesario que para el año 2035 todos los vehículos de transporte pesados sean cero emisiones y eliminar el uso de combustibles fósiles en el transporte para 2050. Es posible que en este marco de transformaciones ya no sea necesaria la refinería de La Teja dentro de dos décadas aproximadamente.