Desde 2019, la industria manufacturera nacional muestra un crecimiento sostenido impulsado por sectores como alimentos, automotor y farmacéutico, aunque otros como textil y curtiembres enfrentan desafíos estructurales. Las inversiones y la innovación tecnológica, con foco en la sostenibilidad y la diferenciación, son claves para competir en mercados internacionales. Pese a la recuperación de empleos tras la pandemia, la participación de las mujeres en el sector sigue siendo baja, lo que motiva el impulso de iniciativas para reducir estas brechas. Para fortalecer la industria nacional, es necesario apostar por valor agregado y adaptación tecnológica.
La industria manufacturera registra niveles altos de producción actualmente. El año 2023 registró un índice de volumen físico 10,3% superior al año 2019 y, si consideramos los primeros nueve meses del 2024 contra igual período del 2019, se encuentra 11,5% por encima. Dicha cifra se amplía si se considera la industria sin refinería, ya que esta última tuvo un parate durante finales del 2023 y principios del 2024, de acuerdo a los datos proporcionados a CRÓNICAS por el Ministerio de Industria (MIEM).
La industria es muy heterogénea y está compuesta por diversos sectores. Los que tuvieron mayor incidencia en el crecimiento durante los últimos años (2019-2023) fueron: elaboración de productos alimenticios -rama en la cual se encuentra la producción de concentrados para bebidas-, fabricación de celulosa, el sector automotor, el frigorífico y el farmacéutico. Buena parte de este crecimiento viene traccionado con inversiones como la segunda planta de UPM, el incremento de planta de producción de concentrados, los nuevos actores como el sector de farma y nuevos negocios vinculados a grandes marcas como el automotor.
Por su parte, aquellos sectores que registraron un desempeño complejo durante el mismo período fueron el sector textil/vestimenta, el de curtiembres y las imprentas. Estos sectores, o bien han enfrentado una trayectoria decreciente desde hace años, como es el caso del textil/vestimenta con la competencia dura del exterior, en un proceso de ajuste y reconversión para sobrevivir, o son afectados por cambios en tecnologías o nuevas tendencias en el consumo, no solo en Uruguay, sino a nivel global, como es el caso del sector relativo a impresión, desplazada tanto por la sustitución parcial de la lectura en papel como por el avance de procesos como los de facturación electrónica obligatoria en las economías, que hicieron que debieran reinventarse para seguir vivas.
Los mayores desafíos
La industria nacional esconde en su performance promedio una importante heterogeneidad en diversas variables: nivel tecnológico, tamaño promedio de empresas, productividad, mercados de destino, competidores.
Ser industrial implica día a día tener que generar las condiciones para poder invertir adecuadamente para lograr que los factores productivos se combinen de forma más productiva y que redunde en mejoras competitivas. Justamente, invertir en generar capacidades para poder gestionar mejor el cambio, la necesidad de innovar, de vincularse con otros para hacer mejor las cosas y, más que nunca, para incorporar enfoques de sostenibilidad en las ecuaciones a maximizar.
Uruguay posee un mercado interno acotado, que no permite pensar en crecer de cara a la escala nacional y, para productos con mayor valor agregado, contamos con una escala relativamente reducida para demandas internacionales más masivas. Es por ello que una estrategia de buscar avanzar hacia productos y servicios diferenciados que sean reconocidos por su valor en los mercados, es un camino a recorrer para un país como Uruguay.
En este período el MIEM ha apostado, por ejemplo, por el estímulo al desarrollo de tecnologías como la biotecnología, la electrónica y robótica y el ecodiseño desde el lado de la oferta. Pero también está en el proceso de trabajo de generación de demanda por parte de los sectores tradicionales, de forma de que la incorporación de estas permita un valor diferencial en el mercado o una mejora en las condiciones productivas, ya sea por reducción de costos unitarios, mejora de calidad, generación de coproductos, valorización, minimización o aprovechamiento de pérdidas o residuos, entre otros.
Todo lo anterior es también aplicable a la importante industria nacional que orienta su producción al mercado interno, tanto al consumo final como intermedio, y que enfrenta una feroz competencia de las importaciones.
Generación de empleo
La industria en Uruguay ha contribuido significativamente a la generación de valor y empleo desde los orígenes del país, de la mano del sector agro primero, pero luego diversificándose hacia ramas que proveen al sector primario. Esto se ha logrado a lo largo de los años con distintos modelos de desarrollo, con diversos impulsos y momentos de fuerte dinamismo. La industria desde sus inicios generó empleos de mejor calidad relativa a otros sectores de la economía con mejores salarios promedio, aportó al avance de los derechos laborales, a profesionalizar el trabajo, a la cultura y fidelidad del mismo en la empresa industrial. Así, la industria fue desarrollándose y generando nodos en el interior del país, con industrias que daban solución laboral a localidades del interior, con el importante aporte a la descentralización que eso implica y el derrame de estos trabajadores en el mercado interno.
A la vez, la industria ha ido enfrentando a lo largo de su historia importantes desafíos tanto internos como externos, tanto económicos como tecnológicos: muchas de las viejas y grandes industrias dieron paso a nuevos emprendimientos y formas de organización del trabajo, donde la especialización y generación de actividades conexas de servicios fuera de las unidades industriales, trajo de la mano una caída en el peso relativo del PIB industrial en la economía, y lo mismo en empleo. El empleo industrial representa en el entorno del 9% del empleo de la economía en la actualidad.
Lo anterior también viene de la mano con el avance en la incorporación de tecnología (con alta heterogeneidad a su interior) que puede tener incidencia con sectores que lideran dicha recuperación, tanto donde el ratio capital/trabajo es mayor que el promedio de la industria manufacturera, como un efecto sobre la incorporación de tecnología por parte de los sectores industriales.
La industria manufacturera actualmente genera y sostiene más de 133.000 puestos cotizantes, cifra que está a los niveles del primer semestre del 2018. Durante la pandemia, la industria enfrentó una dura contracción cercana a los 10.000 puestos de trabajo, pero desde el segundo semestre de 2021 se observó una recuperación sostenida, habiendo mostrado un relativo dinamismo con casi 3.000 puestos generados en el presente año (a setiembre) respecto al promedio del año anterior.
De todas formas, sigue en deuda con la participación y rol de la mujer en el rubro, con una participación de 33,5%, por debajo del promedio de 48,4% de los ocupados a nivel de la economía. Es por eso que durante este período desde el MIEM se ha apostado a avanzar en generar un diagnóstico multidimensional sobre la situación de la mujer en la industria, y se dejarán los insumos para la construcción de un Plan Nacional de Género en el próximo período de gobierno.