A menos de una semana de las elecciones que definirán al futuro directorio de la CIU, el candidato a la presidencia de la gremial empresarial, Alfredo Antía, aseguró que desea mejorar la opinión que la comunidad tiene de los emprendedores. Asimismo, apuntó que se debe revisar la política de compras públicas y sostuvo que debe haber “un renacer” en cuanto a las relaciones laborales.
¿En qué se basa la propuesta que plantea para su gestión en la Cámara de Industrias?
Lo que más desearía al final de mi mandato sería haber contribuido a la mejora de la opinión que tiene la comunidad del emprendedor, del empresario, de quien arriesga su trabajo, su capital, en beneficio del desarrollo de la comunidad.
Me parece que Uruguay viene de un tiempo donde la actividad emprendedora –en particular la actividad industrial, que es la que nos compete en este sentido- ha quedado con esa mirada negativa que poco ha ayudado a la construcción de relaciones laborales que condujesen a mejores destinos.
En la medida de que haya más gente interesada en emprender, en arriesgar, en dedicar su vida a proyectos nuevos, que asimismo arrastran nuevas oportunidades y abren nuevos horizontes, entonces en ese caso me habré quedado contento del aporte que pude haber hecho.
Eso como titular principal.
Acá hay que hacer una tarea de convencimiento, de comunicación en el sentido de hacer ver a los compatriotas que las oportunidades de empleo de estas generaciones y las que vendrán dependen de una economía en movimiento, y a la economía en movimiento la ponen los particulares que, arriesgando su trabajo, su patrimonio y su esfuerzo, logran mover las máximas y así darle oportunidades a la gente.
Es increíble que en Uruguay se verifiquen colas enormes para acceder a un cargo público y que esa sea la aspiración de muchos jóvenes que ven en esa oportunidad una suerte de certeza para su futuro. Ese no puede ser nunca el camino porque, a la vez, es lo que está asfixiando las cuentas nacionales. Tenemos un Estado gordo, muchas veces ineficiente, que se termina transformando en un lastre por el déficit fiscal que contribuye a generar, y a la alteración de las cuentas nacionales, la inflación y el tipo de cambio que terminan actuando como un contrapeso al desarrollo emprendedor y a la competitividad de los productos que puedan fabricarse en el país.
En este marco, ¿cómo ve la situación de la industria al día de hoy?
Claramente venimos de años difíciles. Hay que ver que desde 2014 hasta este tiempo que vivimos la industria ha tenido una reducción del valor de su producción, con una única interrupción en el año 2017. Y después tenemos este 2020, donde la caída es bastante mayor y lo que sí estamos viendo es una lucecita, de acuerdo a los datos que publica el INE en setiembre, donde aparece un pequeño crecimiento. Una golondrina no hace verano, pero es una imagen que creo que debe ilusionarnos en el sentido de que pueda repetirse en los meses subsiguientes y nos impulse en el marco de lo que son las nuevas normas que hacen a la inversión, la posibilidad de que la industria salga de este estado, y a partir de sus fortalezas pueda desarrollarse hacia el futuro.
¿Cuáles ve como los principales desafíos a enfrentar?
Hay cosas que dependen del país. Recuperar la competitividad requiere de políticas económicas, donde ahí el gobierno hará su trabajo. Y nosotros, como industriales, tendremos que apoyar las medidas que contribuyan a que el ámbito de negocio sea más apto para que las industrias que hoy están instaladas se larguen al proceso de desarrollo y de crecimiento, y las que no están y piensan hacerlo también lo hagan, y las que estuvieron y quedaron en una situación difícil puedan recuperar sus capacidades productivas. Pero no alcanza con eso. El de las relaciones laborales es un capítulo sobre el cual hay que trabajar mucho. Esto no es solo voluntad de uno, sino de varios; acá tiene que trabajar el Estado, pero también tenemos que hacer nuestro aporte los empresarios, los industriales; y por cierto, los trabajadores. Porque en este barco estamos todos juntos, y es clarísimo que si no unimos fuerzas entonces se hace muy difícil encontrar soluciones para que las familias uruguayas puedan desarrollarse.
De modo que ahí tenemos un eje central sobre el cual trabajar, y después hay otros aspectos que tienen que ver con políticas públicas: trabajar el mercado interno, el capítulo de las compras públicas, y, fuera de fronteras, donde es imprescindible abrir nuevas oportunidades a que más productos uruguayos puedan salir hacia el exterior.
¿Qué virtudes tuvo la actual gestión?
Estamos viendo con expectativa positiva algunos cambios que se han presentado.
Por ejemplo, lo que tiene que ver con la Ley de Inversiones y su reciente decreto. Creemos que es una herramienta que puede ayudar, que seguramente va a ayudar.
Después yo creo que el Estado tiene que revisar el costo que le implican las tarifas públicas particularmente para la producción industrial, y el tema de los mercados es algo que genera dificultades, porque muchas veces es difícil salir del país y, a la vez, en ocasiones es muy fácil ingresar a Uruguay. Hay una inequidad que pasa no solo por temas arancelarios o de comercio, sino también por temas regulatorios, donde en general los países tienen regulaciones muy firmes, muy estrictas, mientras que las regulaciones que nosotros tenemos las flexibilizamos, y vemos inundados nuestros mercados con productos de todo origen que muchas veces vienen a precios predatorios, donde el trabajo nacional no puede llegar a expresarse.
Creemos que ahí también, en materia de compras públicas, el Estado debe revisar el beneficio que tiene la producción nacional.
No puede ser lo mismo para el Estado comprar lo que se produce en el país que hacerlo con lo que se produce en el extranjero. Es trabajo extranjero el que se está importando y esto nos da una máxima: es muy difícil desarrollar una industria nacional si esa industria no puede vender en su propio territorio.
Creo que hay que encararlo con una mirada que va más allá de los precios, sino poniendo foco en los impactos que tiene en la industria y en toda la cadena productiva que hay atrás. Sabemos de antemano que producir en el país, por una cuestión de escala y con los costos elevados que tenemos, es un desafío.
Entonces, con más razón, es que tenemos que revisar esta política de compras públicas. Por eso estamos planteando al gobierno que revise ese 8% de margen de protección a la industria nacional al alza en este período de pandemia para generar un impacto inmediato en el trabajo y así poder recuperar espacio ocioso en nuestras industrias y emplear gente. Creo que el principal problema que hoy está viviendo el país, además de la pandemia, es el problema del trabajo.
Por otro lado, se requiere un capítulo de parte del Estado en el tema capacitación, en el tema educativo. Quizá esa es una de las políticas públicas que no mencioné, pero justo hoy estaba leyendo el informe de Ceres Analiza sobre reforma educativa, y veo esa insistencia en que si no se hace un cambio fortaleciendo los centros educativos y la profesionalización de los docentes seguimos gastando mucho dinero. Se nos va el agua entre los dedos y no logramos formar ciudadanos para las capacidades que requiere el país para el mañana.
En lo que refiere a las relaciones laborales, ¿qué proyecciones tiene con respecto al vínculo de la CIU tanto con los sindicatos como con el gobierno?
Creo que aquí hay que plantear un renacer. La Cámara hizo su esfuerzo, a lo largo de estos meses y colaboró en ese ámbito de paz que se firmó entre el PIT-CNT, el gobierno y las cámaras empresariales de un acuerdo puente, que no es más ni menos que visualizar la realidad en la que estamos inmersos, donde tenemos una tasa de desempleo que está picando el 11%. Es decir, acá hay mucha gente que está mirando la realidad desde una situación muy difícil, y sobre la base de ese estado de situación es que nosotros debemos mirarnos entre todos los actores que tenemos relevancia y podemos ayudar en estas circunstancias a que se den las condicionantes para que la inversión se fortalezca y, de la mano de la inversión, el empleo.
Allí estaremos del lado de la racionalidad, convocando a unos y a otros a tratar de tener un marco que flexibilice algunas normas que se vuelven muy rígidas para las empresas, particularmente para las pymes, que se han visto obligadas a lo largo de estos años a cumplir con las decisiones de los consejos de salarios en cuanto a los salarios mínimos y a otros beneficios, y que se les hace muy difícil competir dentro de sus propios sectores.
Es más, esto ha generado un proceso de concentración en distintos sectores de la actividad, y no lo vemos saludable para el mejor desempeño de la economía.
¿Cuál es su principal deseo para los industriales en el preámbulo de este nuevo período de gobierno de la CIU?
Volvería a lo que dije al inicio: tratar de recuperar el prestigio que en algún momento los industriales tuvieron en la comunidad como motores del desarrollo.
Creo que en la medida que convoquemos a eso vamos a estar llamando a las nuevas generaciones, y particularmente a los más jóvenes, que tienen esa vibración de lo nuevo. Estamos asistiendo a la cuarta etapa de desarrollo industrial, la llamada 4.0, donde las nuevas tecnologías -inteligencia artificial y los datos- llevan a una producción diferente, con sistemas digitales, con mejor asignación de recursos y de objetivos.