Muchos opinan que al utilizar demasiadas veces la misma herramienta, esta pierde su poder. Sin embargo, algunas veces esa puede ser la única alternativa. Varios representantes de la oposición ven a la interpelación como eso: su única opción para controlar la gestión del gobierno y solicitar respuestas. En los primeros dos meses de este segundo gobierno de Tabaré Vázquez, se realizaron 12 interpelaciones y siete llamados a sala de ministros en régimen de Comisión General. En diálogo con CRÓNICAS, el politólogo Daniel Chasquetti y representantes de los principales partidos políticos opinaron sobre este instrumento constitucional.
Por Federica Chiarino | @FedeChiarino
Desde 1830, la Constitución de Uruguay brinda a los partidos de oposición la posibilidad de llamar a sala a los ministros para dar explicaciones sobre aspectos de su gestión. La herramienta de la interpelación se reglamentó en 1918, estableciéndose que basta con un tercio de las bancas para llamar a sala a un ministro. Según Chasquetti, el objetivo central de la interpelación es «la supervisión de la política pública».
Caso Ancap; Pluna y Alas U; cifras de delitos; irregularidades en la Asociación de Servicios de Salud del Estado; el avión presidencial. Estos han sido algunos de los casos que fueron motivo de interpelaciones a distintos ministros durante estos dos años de gobierno de Vázquez. No existe límite para las interpelaciones, ni de cantidad de ministros, ni de veces, ni de tiempo.
Mientras el Frente Amplio contó con mayorías en el Parlamento, era sabido que todo ministro interpelado sería, finalmente, respaldado por su partido y los resultados se mantenían, más o menos, dentro de lo esperado. Eso sucedió hasta enero del presente año. Sin embargo, a partir de ahora las reglas de juego podrían cambiar. En la última interpelación realizada al ministro del Interior, Eduardo Bonomi, en la Cámara de Diputados, la bancada mayoritaria no pudo aprobar la moción de declarar al Parlamento satisfecho con su respuesta.
En diálogo con CRÓNICAS, el senador frenteamplista Marcos Otheguy definió a las recientes interpelaciones como «un circo mediático periódico» que «no le aporta al funcionamiento de la política, por lo tanto tampoco contribuye a consolidar una democracia de calidad».
El senador nacionalista Álvado Delgado, por su parte, explicó que muchas veces, el instrumento de la interpelación suele utilizarse con gran frecuencia porque «las mayorías automáticas bloquean otro tipo de cosas». Según Delgado, la oposición en varias ocasiones no pudo llamar a Comisión General a los ministros, ya que estos se negaban a asistir amparados en esas mayorías.
Marcos Otheguy sobre las interpelaciones: «Un circo mediático periódico, no le aporta al funcionamiento de la política, por lo tanto tampoco contribuye a consolidar una democracia de calidad».
Chasquetti opinó que al perder el Frente Amplio esa mayoría, «se está abriendo un juego con posibilidades inesperadas». El politólogo considera que mientras el gobierno tuvo mayorías el diálogo se «empobrecía», ya que el resultado final era conocido por todos. Sin embargo, «ahora hay mayores posibilidades de que el juego esté abierto», dijo Chasquetti.
Las interpelaciones se han vuelto estrategia recurrente de la oposición. Algunos hablan del desgaste del instrumento, otros de su pérdida de poder. Otheguy dijo que «como cualquier instrumento, si se abusa de él y no hay precisión de cuál es el objetivo, el instrumento tiende a perder eficacia». «Sin duda que se está desgastando, y creo que eso está contribuyendo a cierto descrédito y apatía que está teniendo la ciudadanía con respecto a la política y al sistema político en general», añadió.
En esta línea, el senador colorado José Amorín expresó: «creo que mucha interpelación hace que al final sea una cosa común y la gente le preste menos atención». Sin embargo, reconoció que para los interesados en temas políticos, si el tema es relevante «es bueno que se genere un debate en el Senado o en la Cámara de Diputados».
El senador del Partido Independiente, Pablo Mieres, opinó que el desgaste de la herramienta de las interpelaciones no se da por la frecuencia con la que se realizan, sino porque «el gobierno la duerme». Ninguna de las dos partes -interpelante e interpelado- disponen de un límite de tiempo para preguntar o contestar, lo que lleva a que se generen diálogos extensos, de varias horas de duración.
«Habría que modificar el reglamento, lo que pasa es que el gobierno no quiere hacerlo, porque encontró en el mecanismo de dormirla un mecanismo de anestesiar la interpelación y convertirla en un embole que nadie le da bolilla», dijo Mieres.
A fines del año pasado, Mieres presentó un proyecto de modificación del reglamento del Senado que proponía la limitación del tiempo de intervención del interpelante y del interpelado. Su propuesta consistía en que el interpelante tuviese una hora para hacer su planteo, y luego el ministro interpelado otra hora para contestar. Al final, habría media hora para que cada uno pudiera concluir su postura. «Habría que modificar el reglamento, lo que pasa es que el gobierno no quiere hacerlo, porque encontró en el mecanismo de dormirla un mecanismo de anestesiar la interpelación y convertirla en un embole al que nadie le da bolilla», dijo el senador.
Por su parte, el politólogo Chasquetti se mostró en desacuerdo con la idea del desgaste de la interpelación. Dijo entender que la idea se generó porque se realizaban unas cinco o seis interpelaciones por año y el resultado siempre era el mismo. Eso generaba una creencia de que las interpelaciones no servían. «Pero yo estoy en desacuerdo con esta idea», dijo Chasquetti, y argumentó que «aún en un escenario donde hay un partido mayoritario respaldando al gobierno, las interpelaciones son instancias donde gobierno y oposición confrontan» y los ciudadanos pueden ver, mediante canales online, el debate y conocer las dos posturas. «Me parece que son eventos públicos de confrontación donde la ciudadanía puede informarse», concluyó.
Generar resonancias
En general, los senadores de la oposición coinciden en que los resultados de las interpelaciones se basan en generar debate sobre las políticas del gobierno y colocar temas de discusión sobre la mesa. «Se tiró mucho tema arriba de la mesa, se desnudó mucha cosa», opinó Delgado.
En la misma línea, Amorín opinó que en términos generales todas dieron buenos resultados. «En algunas fue notoria la resonancia de la interpelación y de las posiciones que tenían de un lado y del otro», dijo.
Mieres, por su parte discrepó en algunos aspectos con los otros senadores consultados. El independentista dijo que, si se entiende que el objetivo es lograr una modificación de una política o la sustitución de un ministro, como se plantea expresamente, no se han obtenido resultados. Sin embargo, coincide en que se ha logrado «hacer público, dar más visibilidad a ciertos cuestionamientos, a un cierto debate, a una reflexión, a un llamado de atención».
En febrero, el Frente Amplio alertó por una «judicialización de la política», por causa de las frecuentes interpelaciones a los ministros y las citaciones en los juzgados. Según Otheguy, en este período de gobierno de Vázquez ha habido un abuso de parte de la oposición del instrumento de las interpelaciones. «Se usan, más que nada para que den efectos políticos de ataque al gobierno nacional, y no para el sentido central de una interpelación, buscar desentrañar los objetivos que se planteó el gobierno en alguna de sus áreas estratégicas, cualquiera de sus ministerios, y evaluar cómo viene la marcha del mismo», dijo.
Delgado, por el contrario opinó que muchas veces se utiliza la interpelación porque el Frente Amplio se niega a abrir comisiones investigadoras. La excepción, según él, fue el caso de Ancap pero con el resto de los casos no se habilitaron las comisiones investigadoras. «Muchas veces, cuando tenés elementos y la presunción de que pueden tener alguna implicancia penal, no tenés más remedio que llevarlo a la Justicia», explicó.
Amorín, por su parte, opinó que «no está mal» que los hechos políticos vayan a la Justicia cuando se considera que puede haber un delito. «Sí me parecería horrible y trágico que eso llevara a una politización de la Justicia», añadió.
Para Mieres, las interpelaciones «no tienen nada que ver» con la judicialización de la política. El senador independentista entiende que esto sucede cuando se envía al Poder Judicial un tema que involucra a un actor político para su evaluación. Esto se realiza en los casos en los que se interpreta que puede existir un delito. Allí, «ningún parlamentario puede juzgar», dijo.
«Creo que el instrumento de la interpelación, del llamado a sala, es un instrumento válido. La Constitución de la República le otorga al Poder Ejecutivo un poder de chantaje sobre el Parlamento que hace que nunca la sangre llegue al río», opinó Mieres.