De cada 100 uruguayos, 34,7 de ellos poseen armas. Según la Small Arms Survey -programa de investigación relacionado a las armas en el mundo-, Uruguay comparte el cuarto puesto junto con Canadá en la mayor tenencia de armas por civiles. Charles Carrera, senador del Frente Amplio y ex director general del Ministerio del Interior, se refirió a esta problemática y opinó que la “proliferación de armas” es un factor de “incidencia directa” en los homicidios registrados en 2018.
– ¿A qué atribuye que Uruguay registre estos números de 34,7 civiles armados cada 100?
– Entiendo que el problema es multicausal y se relaciona con factores diversos, como son aspectos culturales que vienen de antaño y los problemas vinculados a la seguridad pública que se fueron incrementando, fundamentalmente a partir de los años 80. Uruguay, a pesar de ser un país con una larga tradición cívica y democrática, tiene también una fuerte cultura armamentista y eso debemos reconocerlo para poder pensar posibles soluciones al problema. Respecto a sus orígenes y motivos, estos podrían remontarse a los orígenes de nuestro país -la independencia-. Pero además, como sabemos, durante gran parte de nuestra historia, hasta que se formó y desarrolló lo que se denomina el Uruguay moderno, vivimos varios conflictos y guerras civiles, donde las controversias se resolvían «a punta de pistola». Entonces, creo que debemos tomar en cuenta lo que somos y cómo nos formamos como país, para tratar de entender el fenómeno de la proliferación de armas.
En Uruguay, durante muchos años, estuvieron regulados los duelos de honor como mecanismo de resolución de conflictos, muchas veces vinculados a disputas de índole político. Y todo eso aceptado por la sociedad. Si analizamos la historia, cuando los duelos eran protagonizados por políticos de renombre, estos constituían verdaderos acontecimientos, seguidos atentamente por la población. Esta ley se mantuvo vigente hasta el año 1992. Sanguinetti y Jorge Batlle, por ejemplo, se batieron a duelo. Creo que sobran evidencias que demuestran la existencia de una fuerte aceptación social respecto de la tenencia y uso de armas en el Uruguay. Una especie de cultura armamentista, que se intercala con ese Uruguay cívico y tolerante. Por eso no debemos ser tan categóricos a la hora de definirnos como sociedad.
Por otro lado, como mencioné, están presentes también los problemas de seguridad pública. Ya sea de parte de los criminales como de la población en general para defenderse, la adquisición de armas ha sido una constante en los últimos años, según lo que demuestran las estadísticas que miden la importación de armas de fuego y la emisión de títulos para su adquisición. Por los fundamentos expuestos, esos números a los que hace referencia la pregunta no deberían sorprendernos, pero igualmente deben preocuparnos ya que ahí tenemos un problema y justamente una de las causas de la letalidad emergente de muchos conflictos interpersonales.
– ¿Influye esa cifra en los altos números de violencia vistos en los
últimos meses?
– No sé si la violencia en sí misma está vinculada directamente a la cantidad de armas. Creo que la consecuencia de la violencia -que en definitiva es el resultado de un conflicto interpersonal- tiene grandes posibilidades de volverse letal cuando hay un arma de fuego de por medio. De eso no tengo ninguna duda.
Si la pregunta apunta a los homicidios registrados en el 2018, creo que la proliferación de armas es un factor de incidencia directa, sin duda. Como también existen otros factores vinculados a la violencia de la sociedad, aspectos que hacen a la paulatina formación de una subcultura del delito, vinculada a años de marginalidad social, ausencia y abandono del parte del Estado y la distorsión de valores fundamentales. Si a eso se le suma una fuerte proliferación de armas de fuego, la posibilidad de que las consecuencias de la violencia sean letales, aumenta.
– ¿Es posible disminuir la cantidad de armas «en circulación»? ¿Cómo
podría lograrse?
– Creo que es posible y que la Ley de Tenencia Responsable (de Armas) Nº 19.247 es una buena ley que permite actuar ante el problema, sobre todo respecto de las armas que no se encuentran registradas.
Ahora, el problema no solo pasa por las armas registradas, ya que parte del problema es el uso de un arma -independientemente si se encuentra registrada o no- para resolver un conflicto interpersonal. Ahí está el problema. También es cierto que la mayoría de los homicidios se registran en ciertas zonas específicas del país, caracterizadas por la marginación social; lugares donde más se ha desarrollado esa subcultura del delito, donde además se ha instalado el crimen organizado. Entonces, sí es posible lograr dicha disminución, pero además es posible dirigir los esfuerzos estratégicamente en los lugares donde más se producen los delitos de sangre. Hay que seguir trabajando en la incautación de armas, especialmente en aquellos lugares donde se ha instalado el crimen organizado, donde se ha desarrollado esta subcultura del delito.
– ¿Qué opina de la campaña política de desarme que proponen algunos
candidatos? ¿Sería eficaz?
– Cualquier idea que tenga como misión la reducción de las armas en Uruguay es bienvenida, porque ello implica una reducción de las consecuencias letales que son generadas a raíz de la violencia, la delincuencia o los conflictos interpersonales en general. Por ahí, creo, va la eficacia de la medida.
Controlando las armas, estaremos contribuyendo a atacar las consecuencias de la violencia desde una de las tantas ópticas.
– ¿Cómo influiría el hecho de disminuir esta cifra en la sociedad?
– Creo que positivamente, por los motivos que acabo de exponer.