En entrevista con CRÓNICAS, el psicólogo, Roberto Balaguer, y el presidente de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay, Luis Villalba, concordaron en que han aumentado las consultas respecto a patologías mentales. Por otro lado, Balaguer señaló que en la primera etapa de la pandemia el gobierno actuó rápidamente, pero que en estas últimas semanas el manejo ha sido un tanto errático.
En Uruguay, la discapacidad por enfermedades no transmisibles, como las mentales, ocupa casi el 90% del total de los años perdidos por discapacidad y los trastornos mentales, el 33%. Según un estudio presentado por la OPS en 2018, la depresión y la ansiedad son los que ocupan los mayores porcentajes -7,6% y 5,2%, respectivamente-; le sigue la carga por suicidio y autoagresión, con un 2,6%.
Los trastornos mentales severos como la esquizofrenia y el trastorno bipolar ocupan el 1,9% y 1,4% respectivamente. Si bien no existen registros epidemiológicos sobre la cantidad de personas afectadas en el país, estudios internacionales indican una prevalencia acorde con la estructura poblacional del país, estimándose en 54.000 las personas afectadas por algún tipo de demencia.
Los efectos de la pandemia seguramente repercutirán en la salud mental de la población mundial, ya sea por el miedo que causa la enfermedad o por el efecto de las cuarentenas estrictas que vivieron algunos países.
En entrevista con CRÓNICAS, el psicólogo Roberto Balaguer señaló que los uruguayos han transitado el virus en tres etapas. La primera fue la del miedo y la incertidumbre. Luego se transitó por otra que se caracteriza por el hastío y el afloje -se hacen más actividades y no hay grandes consecuencias- en una primera instancia; y en una segunda parte de esta misma etapa hay más preocupación por el aumento de casos. Y la tercera fase, según el experto, habría comenzado hace unos diez días, ya que volvió el miedo y hay una necesidad de reducción de las actividades que se realizan.
En esta última etapa “las aguas” están más divididas y hay quienes vuelven a cuidarse y a reducir su vida social, mientras que otros, por el contrario, no lo hacen, asumiendo los riesgos, detalló el profesional.
Por su parte, el presidente de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay, Luis Villalba, señaló que en base a algunos datos, han aumentado las consultas por trastorno de ansiedad y depresión, sobre todo las que son a través de las líneas telefónicas.
De hecho, según el diario El País, se dispararon un 136% las llamadas a líneas antisuicidio y de apoyo emocional. Actualmente, la línea verde recibe 74 llamadas diarias, según la publicación.
Aun así, Villalba señaló que el manejo de la pandemia por parte de Uruguay de que se instalara esa cuestión de “libertad responsable” favoreció a que muchas de las patologías que se pueden originar en las cuarentenas estrictas no se produjeron.
A su vez, el psiquiatra concordó con Balaguer en que hay un cierto cansancio en la población, que quiere realizar actividades sociales, principalmente por la época del año en la que estamos.
Lo que falta
Consultado acerca de si la salud mental se ha empezado a comprender desde otra perspectiva a partir de la pandemia, Balaguer confirmó tal tendencia. “Por lo menos discursivamente diría que sí, en la práctica quizás no quede tan claro”, reflexionó.
Asimismo, señaló que sería interesante que haya más difusión de políticas de prevención. Agregó que se necesita poder identificar indicadores de situaciones patológicas o previas a patologías. “Sería necesario ofrecer equipos o grupos de contención para evitar llegar a una atención secundaria; en ese sentido o no están esos dispositivos o si están -salvo en los casos de violencia doméstica- no han tenido la difusión que quizás necesitarían”, puntualizó.
Por su parte, Villalba señaló que hay mayor interés por parte del MSP hacia la salud mental, pero indicó que esto ocurre desde antes de desatarse la pandemia.
Respecto a cómo podría afectar una segunda ola del virus a la salud mental de la población, Balaguer señaló que “de alguna forma podría ser peor” porque los seres humanos nos acostumbramos a lo malo y se comienza a naturalizar esa situación. “Cuando se empieza a vislumbrar una salida de esa mala situación, se dan ciertos aflojes y hay mayor esperanza. Pero cuando ocurre un segundo hecho malo -en este caso sería la segunda ola del virus-, los efectos, a priori, serían más profundos porque hay que agregarle el sentimiento de desesperanza que se genera en algunos”, explicó.
La actuación del gobierno
Según el psicólogo Roberto Balaguer, las medidas del gobierno se han dividido en tres etapas, al igual de como se ha vivido la pandemia en la sociedad.
En su opinión, la primera etapa fue “excelente, de reacción extremadamente rápida”, y se desarrolló hasta setiembre. Hasta ahí, a su criterio, los mensajes eran claros, activos y proactivos.
“Después, se entró en una zona de afloje y se actuó sin cambiar la metáfora de Bolivia-Uruguay en la altura, sin nuevas medidas que tuvieran un horizonte temporal de objetivos a cumplir, a diferencia de lo que era la meta de aplanar la curva de comienzos de marzo”, puntualizó.
Luego vino un período al que calificó como “más errático, menos claro, y quizás no tan efectivo y tan bueno como al principio”.