-¿Cómo se inserta Uruguay en este contexto internacional tan convulsionado?
-Hoy tenemos un mundo, en relación con Estados Unidos, más proteccionista. El arancel promedio de Estados Unidos era 4% y ahora es 15%, lo que ha significado un cambio importante. Lo que ocurre muchas veces sobre la parte más discursiva de Donald Trump, es que queda la duda de si las medidas se terminan de concretar o no y la realidad es que después de pasar un tamiz, hoy tenemos un sector comercial hacia Estados Unidos mucho más proteccionista. Resultados hubo, no solo fueron fuegos de artificio. Después, el tema de Europa es un poco más complejo, porque está en una situación de cuasi preconflicto con Rusia, lo que lamentablemente pone a Europa en una situación por fuera de lo económico y comercial. El mundo está convulsionado desde el punto de vista militar y económico y comercial. También hay que tener en cuenta el enfrentamiento entre China y Estados Unidos, que hace que países como Uruguay tengan que estar en una posición de jugar por el fleje, porque hay que tener relaciones económicas y políticas con Estados Unidos y con China. Entonces, es muy difícil la situación para países que quieren jugar por el fleje, pero es el único camino. Uruguay no puede tomar posición en favor de uno o del otro. Este es uno de los puntos básicos para el relacionamiento internacional de Uruguay.
-¿En la práctica es posible esto? ¿Uruguay puede acercarse a China o a países enfrentados a Estados Unidos sin que en Washington lo miren de costado?
-Acá hay dos cosas: jugar por el fleje y estar bajo el radar. Son las dos cosas que por ahora Uruguay ha logrado, a tal punto de que hoy tenemos la aplicación de la tasa plus del 10% de Estados Unidos. Si lo miramos con todos los repartos arancelarios que hubo en todo el mundo, dentro de todo, estamos en el grupo de los menos perjudicados. Debemos continuar en ese camino. Y con China, nuestra relación desde el punto de vista arancelario no ha cambiado. En definitiva, creo que Uruguay hasta ahora ha logrado jugar por el fleje y estar bajo el radar, que son dos premisas básicas. Si salimos de esas dos, podemos llegar a tener inconvenientes, como le sucedió a Brasil, pese a que tiene otro tamaño. Uruguay, como país pequeño, no tiene las condiciones para marcar la cancha y nos quedan esas dos opciones.
-En este contexto que define, es de esperar que a Uruguay se le presenten ciertas oportunidades en el tablero mundial. ¿Tiene la capacidad para asumirlas?
-Uruguay lo que produce lo vende. Hoy no tenemos un problema de colocación, pero sí podemos tener inconvenientes en cuanto a precios y creo que es la parte que el país puede aprovechar. Si se genera una inestabilidad geopolítica como una guerra, los precios seguramente suban y podamos ser beneficiados por ese lado. Tal vez no tanto en volumen, porque Uruguay ha demostrado que no tiene una capacidad de aumentar el volumen de producción de lo que sea, mayormente de commodities. Podemos aprovechar las oportunidades, mayormente las que tienen que ver con aumentos de precios, pero no tenemos cómo generar grandes saltos productivos. Y ese es el mayor problema de Uruguay.
-¿Qué cree que hay detrás de la postura de Trump?
-Creo que hay muchas cosas. Primero, está el factor recaudador. Los aranceles recaudan y Estados Unidos está recaudando más y tiene un gran déficit fiscal, que en parte soluciona con eso. Segundo, hay una intención de tratar de que la industria norteamericana se recomponga, que no lo está haciendo plenamente, porque le pasa lo mismo que a todos los países. No es fácil recomponer el tejido industrial rápidamente. Y después, por más que no esté tan claro, Estados Unidos cobraba aranceles más bajos a la mayoría de los países que le cobraban aranceles más altos. Entonces, también para Estados Unidos esto se transforma en una medida justiciera en cuanto al apartado arancelario. Creo que Trump en parte buscó equilibrar esta situación, que era bastante desequilibrada, que es de lo que menos se habla, pero una de las cosas en las que más razón tiene Trump, es en equiparar las condiciones de ingresos que le dan a él en otros mercados.
-Por otro lado, recientemente se vio un avance importante en el acuerdo Unión Europea (UE)-Mercosur. El canciller Mario Lubetkin se mostró optimista al respecto y declaró que espera que para diciembre se concrete. ¿Ve esto posible?
-Lo único que falta para el acuerdo UE-Mercosur es firmarlo. Y creo que, o se firma en diciembre, o no se firma nunca más, porque es muy difícil pensar en que se retome. Entonces, creo que a fin de año es la única oportunidad para firmarlo. Está todo el proceso mayormente hecho y no queda mucho para hacer.
-¿La situación que atraviesa Francia, tal vez el país que ha mostrado mayor reticencia frente a este acuerdo, abre otras posibilidades de concreción?
-Queda la votación en el Consejo Europeo y, si pasa esa instancia, solo queda la firma. Si la posición de Francia junto tal vez a Polonia es la única contraria, no creo que puedan bloquearlo. Si hay más países en contra, tal vez se bloquee. Lo que ocurre es que la UE se está dando cuenta de que no tiene otra salida: está en un mundo cada vez más cerrado, Estados Unidos se cerró, que era su principal cliente. Y Europa está buscando nuevos mercados, con lo cual estamos en el mejor momento. Se alinean los astros para firmar el acuerdo UE-Mercosur.
-¿Cómo ve la postura que ha adoptado este gobierno con respecto al Mercosur? Lacalle Pou tenía, desde el punto de vista discursivo, otra postura.
-Este gobierno tuvo un cambio discursivo en cuanto al Mercosur, porque si se mira desde el punto de vista real y operativo, el Mercosur siguió funcionando de la misma manera. Por eso muchas veces una cosa es lo discursivo y otra es la práctica y lo que se logra hacer. En el gobierno anterior se fue muy crítico con el Mercosur y ahora hay una visión menos crítica y sigue funcionando exactamente igual que antes. Yo no percibo, desde el punto de vista operativo, ningún cambio.
-¿Es irrisorio pensar que Uruguay se puede desmarcar de Brasil en lo que es política exterior y comercial?
-Creo que el Mercosur no ha tenido la efectividad que Uruguay necesita al ser un país pequeño, que dadas estas condiciones se debe abrir al mundo, y terminó siendo un bloque proteccionista. Hasta que no me demuestre lo contrario, no creo que haya sido la mejor elección para Uruguay y por eso no terminamos de desarrollarnos. Hay países del tamaño de Uruguay exportando 100.000 o US$ 200.000 millones por año, mientras nosotros planteamos que los US$ 1.800 millones que se le exportan a Brasil es una cantidad de dinero importante. Yo creo que el potencial de Uruguay es mucho más alto que eso.
-¿Y cuál cree que sería una salida factible a ese asunto? ¿Pasar a ser un miembro asociado?
-El camino más cercano, sin patear el tablero, es la participación como miembro asociado y volver a tomar el poder del arancel externo. Nosotros mismos estamos engañándonos en nuestro propio sistema.
-¿Cómo evalúa los movimientos y anuncios hechos por este gobierno en materia de inserción internacional?
-El tema de base para Uruguay es el Mercosur. Y en ese sentido, muchos cambios desde el punto de vista operativo no hay y yo creo que Uruguay necesita volver a tener ciertos manejos de su estructura arancelaria externa que hoy no tiene, algo sobre lo que no se avizoran cambios, porque Uruguay está en una posición alineada con Brasil, lo que va en favor del mantenimiento del Mercosur. Entonces, creo que el obstáculo más grande para el desarrollo de Uruguay es que el Mercosur no se liberalice y no baje su estructura arancelaria. Uruguay forma parte del bloque y ha sido miembro pensando siempre en otro Mercosur que realmente nunca se dio, que era el de los famosos 200 millones de consumidores y de una apertura entre los países que hoy no se da. Ese fue el Mercosur que todos apoyamos y que hoy no existe.
“Hoy estamos prácticamente con una OMC cuasi postrada”
-¿Qué conclusiones arrojan las medidas arancelarias adoptadas por Trump y la guerra arancelaria que devino posteriormente, al respecto del rol de la Organización Mundial de Comercio (OMC)?
-Esto demuestra la incapacidad de la OMC, que básicamente es un organismo con una actividad prácticamente nula desde el punto de vista operativo. La OMC desde el 2000 empezó a apagarse y actualmente está prácticamente desconectada de la toma de decisiones y reglamentaciones internacionales del comercio. Esto obviamente fue empujado por decisiones políticas de algunos países en su política comercial, pero la OMC no ha estado a la altura para tratar de ordenar la normativa existente. Hoy estamos prácticamente con una OMC cuasi postrada.