-Recientemente un grupo de frenteamplistas manifestó su descontento con el rumbo que está teniendo el gobierno de Orsi y lo acusa de tener una “subordinación impropia de una fuerza de izquierda”. ¿Qué muestra esto a su entender?
-Durante los tres gobiernos del Frente Amplio (FA), la oposición más dura que tuvo fue el propio FA. Siempre tuvo un espectro ideológico o de preocupaciones más amplio que el que se ve a primera vista o el que prima en el discurso imperante. De hecho, el FA siempre ganó con los votos del centro, que no tienen las mismas preocupaciones que el discurso más duro de las bases. No es novedad que en el FA haya disidentes y que haya discursos opositores. De hecho, las crisis fuertes que tuvo el FA fueron por temas internos como gobierno, cuando Danilo Astori casi renuncia o cuando Tabaré Vázquez tuvo que sacar a Fernando Filgueira, por ejemplo. Históricamente, dentro del FA hubo voces que no estuvieron de acuerdo con la forma de gobernar del FA. Lo que pasó cuando empezó este gobierno fue que la oposición venía muy aceitada de gobernar y siguió en piloto automático, cada uno en su área: Javier García pegándole al Ministerio de Defensa o Nicolás Martinelli al Ministerio del Interior. Lo que ocurrió fue que ahora la oposición era verdaderamente oposición y no como había sido siempre, que la pseudo oposición eran sectores del FA que le trancaban al gobierno lo que quería hacer.
-Actualmente el FA parece, a nivel de Parlamento y Ejecutivo, bastante homogéneo en cuanto a qué hacer en el gobierno y qué votar cada uno en su escaño. ¿Es fruto de la hegemonía del MPP?
-Lo que pasa es que el MPP tiene una hegemonía muy grande. Antes tenía mayoría, pero no tanta como ahora y eso hace que sea más difícil que los legisladores se revolucionen. Pero las bases siempre marcaron diferencias con la forma de gobernar del FA. Entonces, no me extraña que esté pasando esto, hasta ahora el FA ha lidiado con esto, como ha sabido hacerlo en el pasado.
-En el pasado el FA tuvo un gran péndulo y un articulador como lo fue Danilo Astori. ¿Hoy el FA tiene esa figura en Gabriel Oddone, en Alejandro Sánchez o en el propio Orsi, en el sentido de apaciguar, por así decirle, demandas a la interna?
-Hay una combinación de los tres. Sánchez, por más que en el discurso suele ser muy duro y radical, en los hechos es un gran negociador. El problema del FA es que ahora tiene una legislatura menos fuerte que lo que tuvo anteriormente, porque en los cinco años anteriores no fue gobierno. Hoy las figuras más fuertes están en los ministerios y en las empresas públicas y hay muchos parlamentarios nuevos. Podría ser Carolina Cosse la figura que supliera eso, pero no lo está siendo, porque ella también tiene muchas resistencias dentro del propio FA. Le cuesta mucho acordar con los propios y así no es fácil acordar con los ajenos, y eso es una dificultad. En definitiva, Oddone, Sánchez y Orsi, cada uno en su rol, intentan mantener ese equilibrio con el resto de los partidos y con el sistema empresarial.
-¿La actitud dialoguista de Orsi y de este gobierno responde al hecho de que no hay mayorías en el Parlamento? ¿Sería otra la postura con un Parlamento con mayorías?
-Orsi ha intentado, a través del trabajo con intendentes y de acercarse por su lado, suplir alguna de esas dificultades de negociación dentro del Parlamento, porque los diputados principalmente responden a su partido y a su ciudad y a su departamento. Entonces, si el gobierno se acerca a esa población a través del intendente, consultando sobre lo que necesitan y quieren, después a un diputado que representa a una localidad se le hace muy difícil ir a ponerle trancas al gobierno.
-¿Esa será una de las claves para la gobernabilidad de este período?
-Ahora no lo está usando porque van a negociar con Cabildo Abierto (CA), pero en un futuro puede llegar a serlo. Orsi entabló los vínculos, es la primera vez que tenemos un presidente del interior que fue intendente y que entiende que la lógica departamental es distinta a la nacional.
-¿Qué tanta izquierda cree que tiene esta Ley de Presupuesto?
-Tanto como se puede. Este es un Presupuesto que, si no fuera por un tema político, la oposición perfectamente podría votarlo y no tiene grandes innovaciones, porque no hay plata y porque no vino ninguna reforma importante en el proyecto de ley. No me parece un Presupuesto muy osado, que tampoco había lugar para eso. Yo no culpo al Presupuesto, porque no sé qué tanta chance tenía Oddone de hacer algo muy distinto. Tampoco el FA proponía grandes cambios en su programa y no creo que esté incumpliendo. Tal vez en algunas cosas el gobierno no está siendo lo enfático que el FA hubiese querido ser.
-El FA ha acusado a la oposición de jugar al trancazo y de marcar hombre a hombre. ¿Cómo ve la postura que ha tenido la oposición?
-Si no hubiera estado la pandemia, tal vez el FA hubiera tenido la misma actitud hace cinco años. Cuando venís con la manija de haber estado adentro, seguís de largo. Lo que hizo esta oposición es ir a las personas y ahí se sacaron a la luz varias situaciones personales, porque al principio no fueron tanto a las medidas que impuso el gobierno. En eso, el gobierno fue muy ingenuo en mirar los cuadros que ponía y se le pasaron varias cosas que no deberían pasar en alguien que asume una responsabilidad pública.
-¿Quién maneja hoy a la oposición? ¿Se puede pensar en la omnipresencia de Lacalle Pou?
-Hoy Lacalle Pou no está. Hay distintas oposiciones. Está la oposición de CA, que desde el principio anunció que la coalición era para gobernar y que ahora iba a hacer su juego, lo que es correcto estratégicamente. Cualquier partido chico que quiere crecer y recuperar parte de sus votantes, se tiene que hacer notar. Si te plegás al líder de la coalición en la oposición, quedás siempre tapado. Después está la oposición intermedia, que lleva adelante Pedro Bordaberry, que marca presencia, que es duro cuando lo tiene que ser, pero que también tiene un matiz negociador. Dentro del Partido Colorado (PC) también está Andrés Ojeda, que se pliega más al Partido Nacional (PN) y está teniendo una actitud más de crítica. El problema ahí es que el PN se quede con todo, porque es el que tiene la voz más fuerte. Y si el PC dice siempre “yo también” y va con ellos, se puede desdibujar. Después está la oposición más dura y confrontativa, que es la del PN, que a su vez tiene distintas posturas. Hay figuras muy duras como Sebastián da Silva, Javier García o Graciela Bianchi que están todo el tiempo pegando y yo creo que no es una buena estrategia para nuestra cultura y para el uruguayo. A la mayoría no le gusta la confrontación. Sí existe un grupo que los sigue y les festeja esas cosas en las redes, pero ellos lo sobredimensionan, porque es más chico de lo que piensan.
“La gente está mucho menos pendiente de las cuestiones políticas de lo que los políticos piensan”
-Recientemente la consultora Cifra publicó un estudio que recoge las preocupaciones que tiene la población según la zona de residencia. ¿Cómo está el termómetro de la sociedad uruguaya en cuanto a los problemas que tiene el país como seguridad, economía o educación?
-Suele pasar que luego de las elecciones la gente trata de desconectarse de la política, algo que cada vez es más difícil en este mundo tan tecnologizado. Seguimos teniendo un país donde a la mitad le interesa la política y se siente cercano a un partido, mientras la otra mitad no. La gente está mucho menos pendiente de las cuestiones políticas de lo que los políticos piensan. Entonces, hay muchas cosas sobre la mesa que podrían generar movimiento y pasión, que la gente no atiende. Lo más presente en la sociedad son los temas cotidianos, que tienen que ver con su seguridad laboral, seguridad física o atención de la salud. Y dentro de las principales preocupaciones está la inseguridad, que viene siendo un tema importante hace 15 o 20 años, con excepción de la época de la pandemia. Ahora lo que ocurre es que la población muestra más preocupación por los temas económicos, que baja el peso relativo de la preocupación por la seguridad, lo que no quiere decir que los uruguayos piensen que la seguridad mejoró. Y dentro de las preocupaciones económicas, lo más fuerte es todo lo relacionado con el empleo y la precariedad laboral.