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Uruguay ante el Impuesto Mínimo Global: soberanía fiscal y competitividad
El Impuesto Mínimo Complementario Doméstico (IMCD) marca un nuevo rumbo en la política tributaria uruguaya. Con su incorporación, el país busca alinearse con los estándares de la OCDE sin renunciar a su histórica estrategia de atracción de inversiones.
Fecha de publicación: 17/10/2025
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Por:
Cecilia Santucho Duarte

Del atractivo fiscal a la cooperación global

Durante décadas, Uruguay apostó a la estabilidad normativa y a regímenes promocionales con baja imposición. Pero el escenario cambió: el acuerdo del Marco Inclusivo OCDE/G20 sobre BEPS 2.0 redefine las reglas para los grupos multinacionales con ingresos superiores a 750 millones de euros, que deberán tributar una tasa efectiva mínima del 15% por jurisdicción.

El objetivo es evitar la erosión de bases imponibles y el traslado artificial de utilidades a territorios de baja tributación. Es, en definitiva, el paso de la competencia fiscal a la coordinación fiscal global.

El IMCD: cómo funciona

El proyecto de Presupuesto 2025-2029 incorpora el IMCD, inspirado en la Qualified Domestic Minimum Top-Up Tax (QDMTT) del Pilar Dos. Su finalidad es asegurar que las empresas multinacionales que operan en Uruguay alcancen una carga efectiva mínima del 15%.

El impuesto se calcula en función de la diferencia entre esa tasa y la efectivamente pagada en el país, sobre un resultado ajustado por normas OCDE y con deducciones por sustancia (empleo y activos reales).

El Ministerio de Economía estima que podría recaudar entre 300 y 350 millones de dólares anuales, principalmente de compañías beneficiadas por regímenes promocionales. Al aplicarlo localmente, Uruguay evita que otros países recauden el “top-up”, preservando así su soberanía fiscal.

Compatibilidad con los regímenes promocionales

El desafío pasa por compatibilizar el Pilar Dos con los incentivos que han sostenido la inversión extranjera desde los 90.

  • Zonas francas: sus exoneraciones totales de IRAE podrían verse parcialmente neutralizadas si la tasa efectiva cae por debajo del 15%. El país podría compensarlo con créditos fiscales o mecanismos de reinversión.
  • Software y servicios globales: las empresas tecnológicas deberán demostrar sustancia económica (empleo, infraestructura, I+D) para aplicar los beneficios y reducir el impacto del IMCD.
  • Proyectos Comap: las exoneraciones por inversión no desaparecen, pero si el beneficio supera el margen permitido, el impuesto complementario ajustará la diferencia.

Impactos económicos y reputacionales

El IMCD busca proteger la recaudación nacional y alinearse con las exigencias internacionales, evitando que la tributación se traslade a las jurisdicciones de las casas matrices.

Aunque fortalece la reputación del país como socio confiable y transparente, no es neutro: elevar la carga efectiva puede reducir el atractivo frente a otros centros regionales que aún no aplican la QDMTT.

Estudios del FMI muestran que la adopción del Pilar Dos reduce, en promedio, un 3% la inversión extranjera directa en países de baja imposición. Sin embargo, ese efecto se atenúa cuando existe certeza jurídica y políticas de promoción no tributarias.

 

Competitividad y justicia tributaria

Uruguay enfrenta un equilibrio delicado: mantener su competitividad sin renunciar a la justicia fiscal.

El IMCD asegura que las multinacionales contribuyan equitativamente y que los ingresos permanezcan en el país, mejorando además su reputación internacional. Pero plantea desafíos: redefinir los regímenes de promoción, preservar la previsibilidad normativa y sostener la simplicidad del sistema.

Una implementación gradual, con cláusulas de estabilidad y estímulos vinculados al empleo o la innovación, podría ser el camino para equilibrar las piezas.

Un nuevo modelo de desarrollo

El impuesto mínimo no implica renunciar a la competitividad, sino adaptarla al siglo XXI. La competencia ya no se centra en tasas nominales bajas, sino en calidad institucional, seguridad jurídica y capital humano.

Uruguay posee ventajas en esos frentes y puede convertir la reforma en una oportunidad para modernizar su modelo de desarrollo: promover la economía del conocimiento, la sostenibilidad y la inversión productiva.

El IMCD simboliza el paso de un país que quiere seguir siendo competitivo, pero dentro de un marco fiscal más equitativo y cooperativo. El equilibrio entre atraer inversión y asegurar una contribución justa definirá, una vez más, la identidad del modelo uruguayo.

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