El dinero dejó de ser papel y se volvió movimiento. En América Latina, millones de personas cambiaron la billetera por el celular y transformaron la manera de pagar y cobrar. Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) muestra que el uso de medios electrónicos creció cuatro veces en los últimos 10 años y que los sistemas de pago instantáneo se están convirtiendo en el corazón de la economía regional.
Uruguay no es ajeno a esa tendencia. Tres de cada cuatro pagos ya se hacen por medios digitales y el país logró que las transferencias entre bancos distintos sean inmediatas. La interoperabilidad, un concepto técnico que suena lejano, es en realidad el cambio que hizo posible que el dinero se mueva a cualquier hora, cualquier día y sin esperas.
Franco Moccia, country manager de Fiserv Uruguay, resumió el proceso con una idea simple: “Cuando los sistemas se abren y las reglas son claras, todos ganan. El usuario confía, el comercio cobra más rápido y la economía se hace más eficiente”.
La Ley de Inclusión Financiera fue el primer paso, pero el impulso actual viene del acuerdo entre bancos y fintech que permitió modernizar la red de pagos. El informe del BID señala que los países que eliminaron fricciones fueron los que más rápido adoptaron lo digital. En ese mapa, Uruguay aparece como un caso donde la colaboración entre Estado y sector privado funcionó mejor que la competencia.
Moccia lo explicó sin rodeos: “El sistema financiero uruguayo entendió que la disputa entre bancos y tecnología era una pérdida de tiempo. Hoy hay pragmatismo y eso genera confianza. La innovación no surge de la rivalidad, surge del entendimiento”.
El verano pasado trajo otra novedad que marcó tendencia. Fiserv integró Pix, el sistema de pagos instantáneos de Brasil, en sus terminales de cobro. Desde entonces, un turista brasileño puede escanear un código QR y pagar en reales, mientras el comercio uruguayo cobra en pesos y sin cambio de divisas. La operación ocurre en segundos y sin comisiones extra.
Pix, que tiene más de 150 millones de usuarios, ya desplazó al efectivo y a las tarjetas en Brasil. Su llegada a Uruguay no es anecdótica. Para Moccia, representa un salto de escala. “Pix no es solo una herramienta, es una cultura de inmediatez. Incorporarlo a Uruguay significa conectar ecosistemas y adelantarse a lo que viene. El consumidor no piensa en fronteras, piensa en comodidad”.
El billete sigue
El efectivo sigue presente, sobre todo fuera de Montevideo. Aunque su uso cayó más de 40% en cinco años, todavía hay segmentos de población que no adoptaron herramientas digitales. La desconfianza, los hábitos y la falta de conectividad siguen siendo barreras.
Moccia reconoció el desafío. “La digitalización sin inclusión es una trampa. Si la tecnología avanza y la gente queda atrás, el sistema pierde sentido. Por eso hay que invertir en educación financiera y acompañar a los pequeños comercios que aún no dieron el paso”, afirmó.
El BID estima que los sistemas de pago digitales pueden sumar hasta 5% al PIB regional en la próxima década. Uruguay tiene estabilidad y capital humano para aprovechar esa oportunidad, pero la competencia global no espera.
“Ya no se trata de eliminar el efectivo, sino de eliminar las fricciones. Quien logre que el dinero circule sin obstáculos, gana”, sostuvo Moccia.
El futuro de los pagos no dependerá de nuevas tarjetas ni de más aplicaciones, sino de la velocidad con que los países logren integrar sus sistemas y convertir la tecnología en confianza. “En ese terreno, Uruguay avanza con ventaja, aunque la verdadera competencia no es con otros países, sino con el ritmo del propio cambio”, concluyó Moccia.