-¿Cuál cree que es el humor de la población uruguaya con respecto al gobierno de Yamandú Orsi?
-En relación con el gobierno, la población está expectante y con mucha indefinición en materia de juicios. Los que se definen tienden a aprobar más que a desaprobar. En relación con el sistema político, hay una tasa muy elevada y uno de cada tres está entre la indiferencia y el desencanto. Después, hemos visto que el oficialismo tiene a un tercio de sus votantes que no está conforme con cómo actúa, pero resulta que la oposición tiene un porcentaje más elevado de votantes insatisfechos.
-¿A qué cree que responde esa alta disconformidad de los votantes de la oposición?
-Cuando buscamos los niveles de la población en cuanto a valorar la confrontación y el entendimiento, hay una predominancia clarísima en favor del diálogo y el entendimiento, donde se rechaza la confrontación. Y las dirigencias políticas están exacerbando la confrontación, sobre todo la oposición. Además, lo que surge es que la población ve que de la oposición surgen denuncias de pequeñas cosas y que hay pocos ejes conceptuales de enfrentamiento.
-Recientemente, un grupo de frenteamplistas manifestaron su descontento con el gobierno de Orsi y plantearon la “subordinación impropia de una fuerza de izquierda”. ¿Esto es un atisbo de problemas mayores para este gobierno?
-Creo que el Frente Amplio (FA) tiene una serie de situaciones. Repite el problema no resuelto en Uruguay sobre cuál es el papel del partido cuando está en el gobierno. En España, por ejemplo, está resuelto. Acá hay una separación, donde el gobierno está separado del partido, y de alguna manera el partido queda sin un rol protagónico en las decisiones políticas. Incluso cuando se ve el plan que presenta el presidente del FA, Fernando Pereira, se trata de un plan movilizatorio, que está centrado en defender y explicar lo que hace el gobierno. Es un juego de propaganda, marketing y convencimiento. El partido no tiene nada que ver con el gobierno, ya lo dijeron Orsi y Pereira. Otro tema está relacionado a un hecho que nunca se había dado en el FA, que es la hegemonía tan nítida de un solo conjunto político. Hoy no hay figuras por fuera de los grupos que sean referentes para el conjunto, como Seregni, Vázquez o Astori. Entonces, no hay figuras que estén por encima de las corrientes y sectores. Y el MPP, a su vez, ha armado una mamushka, que es el espacio 609, con grupos y figuras que no son emepepistas. Entonces, el conjunto que armó el MPP, donde tiene asociado a Bergara, a Álvaro García y a la 711 de Felipe Carballo, le da hegemonía. Que haya confrontación como había entre Gargano y Astori cuando empezó el gobierno de Vázquez, es impensable.
-¿El gobierno está blindado de tener problemas con su bancada?
-Creo que sí, inicialmente. Nunca se puede saber qué viene después, porque habrá que ver qué pasa con los humores de las personas. Lo que se nota es que hay segmentos de fuerte disconformidad dentro del frenteamplismo.
-¿Como cuáles?
-Esta asamblea de autoconvocados críticos que se reunieron en Juan Paullier, además de lo que se ve en redes, que es muy difícil de cuantificar y de ver representatividad en ellas. En la reunión se vio que hay figuras, algunas no tan conocidas públicamente y otras sí, que tienen peso intelectual y social, algo que no es menor de estas personas que expresan disconformidad. Y hay referencias que no solo los comités de base, sino los propios sectores del FA, encuentran en sus militantes y cuadros, segmentos de disconformidad. El problema está ahí y hay que ver cuál es la capacidad que tiene el gobierno de aplacar las críticas, satisfacer demandas y dar explicaciones. Lo veo más como un problema de opinión pública activa interna, que un problema de disidencias parlamentarias o de conflicto entre sectores.
-¿Este Presupuesto podría haber tenido más izquierda, teniendo en cuenta las restricciones fiscales?
-No sé si es cuestión de decir más o menos izquierda, y también es muy discutible cuánto es de restricción y cuánto no. Son opciones. Hay quienes sostienen que es mucho el dinero que Uruguay gasta en impuestos no cobrados por exoneraciones de impuestos, lo que permitiría más políticas. La otra tesis es que ahí no habría inversiones. Todo depende del camino que se elija.
-La semana pasada la Cámara de Diputados aprobó, en general, la Ley de Presupuesto. ¿Es la primera gran victoria parlamentaria de este gobierno?
-De alguna manera, el gobierno logró aprobar gran parte de lo que envió. Cuando el Ejecutivo manda algo y no tiene una mayoría automática, lo que aspira es a un poco menos de lo que envía, porque ya tiene prevista una cuota de flexibilización. De todas formas, ya resolvió positivamente muy cerca de lo que quería el gobierno lo de la Caja de Profesionales y lo que tuvo que ceder fue muy poco. Hasta ahora, este es un gobierno que no viene con grandes tropiezos parlamentarios. Tampoco ha habido demasiados temas, pero la ley madre del período de gobierno la salvó bien y creo que fue un manejo político de Presidencia, particularmente de Sánchez y su gente, porque esto se resolvió a través de un acuerdo político. Esto ha precedido un hecho político importante, que hoy por hoy lo que podría llegar a consolidarse como un bloque sólido de Coalición Republicana, quedó en tres cuartos. Cabildo quedó en la actitud de “nini”, de “por ahora no”. No da el portazo, pero no entra.
-¿Es necesaria esa postura de Cabildo para recuperar electorado y terreno? Si no se desmarca de la Coalición, ¿corre el peligro de perderse?
-Hay partidos cuya importancia se mide cualitativamente y no de forma cuantitativa. En gran medida porque Cabildo no está atado al gobierno y eso lo deja más libre, hoy está teniendo más peso que el que tuvo cuando era parte del gobierno, con 11 diputados. Hoy tiene más peso con dos.
-¿Cómo ve el rol de esta oposición?
-Todo es viable. Lo que se está viendo es que un tercio de los que los votaron consideran que no está actuando bien, cuando además predomina un pensamiento, tanto entre votantes de la coalición como del FA, de que debe haber diálogo y entendimiento. Por otro lado, creo que hay dos cosas que no funcionan, más allá de que se pueda tener razón: señalar que una persona hizo algo malo y es mala y que todo es culpa de lo que nos dejó el gobierno anterior. La “herencia maldita” es un término que creó el Partido Nacional (PN) en 1959, con un acto en la Plaza Matriz, apenas asumió el primer gobierno blanco del siglo XX. Lo que hemos observado a lo largo de mucho tiempo es que denunciar la herencia maldita es algo que no sirve para nada. El gran riesgo que tienen los políticos es que están muy cerca de la gente más fervorosa y ferviente, que es la que mueve los partidos en la mayor parte del tiempo. Y esa gente es la más intransigente. Entonces, a veces les cuesta auscultar al común de la gente. Pero, dentro de la oposición, el PN parece tener resuelto un liderazgo indiscutido con Luis Lacalle Pou. Nunca en la historia blanca hubo un líder tan incuestionado como Lacalle Pou.
“Se daba por descontado con el retorno del FA el ingreso de Uruguay a los Brics”
-¿Considera que este gobierno tuvo un cambio más allá de lo discursivo en cuanto a su postura con el Mercosur y los movimientos que ha dado a nivel internacional?
-Creo que había un elemento importante, que se daba por descontado, de que el retorno del FA al gobierno, con una impronta mujiquista, significaba la entrada de Uruguay en los Brics. De eso no cabía ninguna duda. Los Brics hoy es un grupo potente que tiene aliados de Estados Unidos, como Arabia Saudita o Egipto, pero también feroces opositores a los norteamericanos. El desafío de la hegemonía política a Estados Unidos es grande, pero además es muy grande el desafío al predominio del dólar en las transacciones financieras internacionales. Y el gran cambio de los Brics, de pasar de ser un mero grupo de coordinación a ser un grupo operativo, fue la creación del nuevo Banco de Desarrollo, cuya presidencia ejerce nada menos que la mano derecha de Lula, Dilma Rousseff. Dilma vino a Montevideo a saludar a Mujica a fines de diciembre, pero a decirle a Orsi que las otras cuatro potencias de los Brics acordaban el ingreso de Uruguay al nuevo Banco de Desarrollo. Y no hubo respuesta afirmativa, ni a los Brics ni al banco. Esa no decisión es un altísimo posicionamiento político. Cuando veo a gente de la oposición hablar del tema, me parece que no están captando mucho cómo está el plano internacional.