¿Cómo evalúa el desempeño de Itaú durante 2025 en términos de crecimiento, clientes y evolución de las principales líneas de negocio?

Tuvimos un muy buen año, en especial si tomamos en cuenta el contexto internacional y local. Estimamos cerrar el 2025 con un ROE cercano al 30% y resultados superiores a los US$ 200 millones, manteniendo el liderazgo del sistema financiero. Es de destacar que este crecimiento se logró con una estrategia centrada en el cliente y con un modelo de negocio diversificado, capaz de sostener resultados en un entorno internacional volátil.

Todas las líneas de negocio mostraron crecimiento. En banca corporativa alcanzamos un máximo histórico de stock de crédito -casi US$ 4.000 millones- impulsado por empresas grandes, medianas y el sector agropecuario. En minorista, el crédito hipotecario, de consumo y el consumo con tarjetas siguieron creciendo de manera significativa. El crédito total aumentó 19% y los depósitos un 14%, reflejando confianza y preferencia sostenida por parte de personas y empresas.

Un destaque del año fue nuestra participación en la última emisión internacional de deuda del Gobierno, una operación muy relevante para el país, que obtuvo una demanda histórica tanto de inversores locales como externos. Esta participación confirma el rol activo de Itaú en el desarrollo del mercado de capitales uruguayo y en la articulación entre el país y los principales fondos internacionales. La emisión (que incluyó un nuevo bono en pesos a 10 años y registró la tasa más baja de la historia para Uruguay) fue un claro indicador de la confianza global en la economía uruguaya. Para Itaú, acompañar este tipo de operaciones es coherente con nuestra posición de liderazgo y nuestro compromiso con la estabilidad del sistema.

Adicionalmente, el segmento empresas tuvo un desempeño especialmente destacado, con un crecimiento cercano al 34%, lo que confirma oportunidades de profundización financiera en todo el país. También incrementamos el uso de instrumentos de cobertura y derivados, reflejo de una mayor sofisticación en la gestión de riesgo por parte de nuestros clientes.

¿Qué escenario proyecta para el banco en 2026, considerando la dinámica de la economía local y el contexto internacional?

Para 2026 esperamos un escenario levemente superior al de 2025 en términos de resultados, con un sistema financiero estable y una economía que, si bien muestra cierta desaceleración, mantiene fundamentos sólidos. La institucionalidad uruguaya, ampliamente reconocida por inversores internacionales, sigue siendo un pilar clave. La reciente emisión de deuda del Gobierno -exitosa tanto en demanda externa como local- es una muestra clara de la confianza del mercado.

En lo macroeconómico, el descenso de las tasas internacionales y un dólar más débil no deberían alterar sustancialmente la performance del sector financiero. No anticipamos cambios bruscos en el tipo de cambio y seguimos observando buenas perspectivas en turismo y consumo para el inicio del año. También vemos un apetito creciente por instrumentos de cobertura, lo que contribuye a una mayor resiliencia empresarial.

En cuanto a discusiones regulatorias, nuestro foco es preservar la previsibilidad. Uruguay necesita atraer inversión y sostener el crecimiento, y para ello es esencial que cualquier cambio normativo mantenga estabilidad, reglas claras y transparencia.

¿Qué segmentos o líneas de negocio identifican con mayor potencial de expansión en 2026?

Identificamos tres vectores principales de expansión. Segmento empresas, que viene mostrando un dinamismo superior al esperado, con oportunidades concretas de profundización financiera en sectores productivos de todo el país. Las empresas medianas y regionales están accediendo a más y mejores servicios financieros.

Por otro lado, el consumo y medios de pago. El consumo con tarjetas creció 20% interanual y la demanda de financiamiento para consumo y vivienda sigue aumentando. La digitalización del comercio y la incorporación de nuevas tecnologías de pago impulsan aún más este segmento.

Por último, las soluciones de gestión de riesgo. Los derivados y coberturas ganaron adopción, especialmente ante un dólar que cayó de 44 a 39 pesos en un año. Vemos espacio para ampliar la educación financiera y la oferta de productos que permitan a empresas mejorar su estabilidad.

A estas tendencias se suma un mercado inmobiliario activo y un agro que continúa invirtiendo en mejoras de productividad.

¿Qué retos estratégicos deberá gestionar el banco en el corto y mediano plazo para sostener su crecimiento y solidez?

El principal desafío estructural del país sigue siendo el alto costo operativo, que afecta tanto al sistema financiero como al resto de los sectores productivos. Uruguay es un país costoso para generar empleo y operar, algo que hemos planteado sistemáticamente y que requiere soluciones de mediano plazo.

Otro reto es la baja penetración del crédito a nivel sistema. Aunque en Itaú crecemos de manera sostenida, aún hay espacio para ampliar el acceso a financiamiento, especialmente en pequeñas y medianas empresas. También es clave avanzar en la reducción de proceso y políticas que condicionan la velocidad de inversión.

A nivel de gestión, debemos seguir fortaleciendo talento, tecnología, ciberseguridad y capacidades analíticas para competir en un mercado que evoluciona muy rápidamente. Por último, la incertidumbre regulatoria obliga a una gestión cuidadosa del riesgo y a mantener un diálogo constructivo con las autoridades.

¿Qué rol juegan la digitalización, la banca online y las fintechs en la estrategia futura de Itaú?

Son elementos centrales. La industria financiera transita una transformación profunda impulsada por la tecnología, y en Itaú venimos invirtiendo de manera sostenida en digitalización, plataformas bancarias, automatización y diseño de experiencias simples para los clientes. Las transacciones tradicionales en la caja están cayendo de forma acelerada y las nuevas agencias ya nacen sin efectivo, reflejando una clara preferencia por operar online.

En este contexto, las fintechs no son vistas solo como competencia, sino también como impulsores de innovación. El desafío es combinar la solidez de un banco internacional con la agilidad y simplicidad que exigen los usuarios actuales. Nuestra estrategia es seguir evolucionando en esa dirección, ampliando productos digitales y dando más opciones al cliente. 

¿Cuáles son las fortalezas del sector en Uruguay para afrontar nuevas exigencias y riesgos globales?

Uruguay tiene una ventaja incomparable: su institucionalidad y la estabilidad de sus reglas de juego. Estos atributos no solo son valorados por los clientes, sino que constituyen un activo estratégico para el país. La independencia técnica del Banco Central, la trayectoria de control de la inflación y la solidez del marco regulatorio generan confianza en inversores locales e internacionales.

El sistema financiero, además, está bien capitalizado, es prudente en la gestión del riesgo y opera con estándares equiparables a los de mercados desarrollados. Esto explica por qué Uruguay sigue atrayendo inversión financiera y productiva aún en escenarios globales más adversos.

En este contexto, la banca uruguaya tiene condiciones para seguir creciendo, innovando y contribuyendo al desarrollo económico del país con estabilidad y visión de largo plazo.