¿Cómo ha sido el desempeño de la CCE durante este año?
El 2025 fue un año donde continuamos nuestra consolidación institucional y de posicionamiento estratégico para la CCE. Participamos activamente en la agenda pública, aportando insumos técnicos rigurosos y una visión clara sobre los desafíos de competitividad, sostenibilidad fiscal y modernización del país. Participamos activamente en el Diálogo Social, donde enfatizamos la urgencia de adecuar las instituciones y las políticas públicas a la nueva realidad demográfica, tecnológica y productiva del Uruguay.
En este proceso, la CCE mantuvo una actitud constructiva y propositiva, aportando evidencia, comparaciones internacionales y una mirada de largo plazo. Además, fortalecimos la articulación interna entre cámaras de distintos sectores, generando una voz empresarial más cohesionada, moderna y alineada con los desafíos del desarrollo.
En nuestro rol representativo, reafirmamos el compromiso con el crecimiento económico, la formalidad laboral, la inversión y la generación de empleo de calidad. También avanzamos en la actualización de nuestra Agenda para el Desarrollo 2025-2030, que hoy es una hoja de ruta concreta para impulsar reformas que mejoren la productividad, reduzcan costos internos, promuevan la innovación y amplíen las oportunidades para las empresas y los trabajadores.
¿Cómo visualiza el sector empresarial hacia 2026, considerando la dinámica de la economía local y la evolución tecnológica?
El 2026 nos encontrará en un entorno de transformación profunda. A nivel internacional, la competencia se acelera, la tecnología redefine modelos de negocio y los países que avanzan más rápido en innovación, educación y apertura comercial capturan mayores oportunidades.
Para Uruguay vemos un escenario con desafíos, pero también con ventanas de oportunidad si se actúa con rapidez y decisión. La economía local necesita mejorar su productividad, reducir costos regulatorios, profundizar la apertura comercial y generar un entorno que incentive la inversión privada. En un contexto de presión fiscal elevada y cambios demográficos significativos, será fundamental priorizar la sostenibilidad de largo plazo de la matriz social y económica.
La evolución tecnológica —particularmente la inteligencia artificial, la automatización y la digitalización— impactará transversalmente a todos los sectores. Las empresas que incorporen tecnología, desarrollen talento y apuesten a la innovación tendrán mayor capacidad de competir. Pero para que esto ocurra a escala país, se requiere un marco regulatorio moderno, instituciones ágiles, educación dual, formación técnica aplicada y una fuerte coordinación público-privada.
Si el Uruguay logra avanzar en estas áreas, el 2026 puede ser un año de inflexión positiva para el tejido productivo.
¿Cuáles son los retos y las fortalezas del empresariado uruguayo inmerso en este mundo marcado por el avance tecnológico?
El empresariado uruguayo cuenta con fortalezas significativas: estabilidad institucional, vocación por la formalidad, capacidad de adaptarse a ciclos adversos y un ecosistema innovador que se ha consolidado en sectores como la agroindustria, la tecnología, los servicios globales y la logística.
Sin embargo, el avance tecnológico plantea nuevos retos. El primero es el déficit de capital humano, en un país donde coexisten la pobreza infantil y la insuficiencia de formación técnica, lo que limita el potencial de empleos de calidad. La CCE ha insistido en promover educación dual, modernización educativa y un marco laboral que permita mayor flexibilidad, movilidad y adaptación, especialmente ante carreras laborales más largas y diversas. Estos puntos están presentes tanto en nuestra Agenda para el Desarrollo como en la presentación realizada ante el Diálogo Social.
Otro reto es la productividad, condicionada por costos elevados, regulaciones complejas, informalidad laboral y presión fiscal significativa. Este entorno dificulta la inversión y la incorporación tecnológica, factores indispensables para competir globalmente.
A pesar de ello, vemos un empresariado dinámico, innovador y con capacidad de liderar transformaciones cuando las reglas de juego acompañan. La clave será crear un entorno que premie la inversión, facilite la adopción tecnológica y genere condiciones para que más empresas puedan escalar y competir en mercados internacionales.
¿Qué espera para el futuro de Uruguay?
Uruguay tiene una oportunidad histórica para modernizar su economía, fortalecer su cohesión social y proyectarse hacia el desarrollo. Pero esto exige una visión de largo plazo, institucionalidad sólida y políticas públicas que prioricen la infancia, la educación, la innovación, la apertura comercial, la formalidad laboral y la eficiencia del Estado.
Desde la CCE reafirmamos nuestro compromiso con un país que mire hacia adelante, que adecue sus estructuras a los desafíos del siglo XXI, que genere oportunidades para sus empresas y trabajadores, y que garantice la sostenibilidad económica y social.
Es momento de pasar a la acción, la cooperación será clave para construir ese Uruguay que todos queremos.