Más allá de estos entreveros, estaban claros algunos compromisos de campaña, como la tan recurrente como desgastada promesa de que no se iban a subir los impuestos, o que al día siguiente de asumir funciones se iban a incorporar 2000 efectivos policiales en la calle para combatir la inseguridad. Ninguna se cumplió, como tampoco se cumplió la famosa “revolución de las cosas simples”. Ni revolución, ni concreciones que modifiquen la calidad de vida de la gente.
Ya no hablemos de reformas estructurales. El panfleto de campaña de que otra reforma de la seguridad social era posible cayó tanto en el olvido, que apenas asumido el nuevo gobierno envió un proyecto de ley de reforma de la Caja de Profesionales Universitarios, haciendo todo lo contrario a lo que venían preconizando. Subieron la edad jubilatoria de 60 a 65 años de un saque, y con un período de transición mucho menor a la reforma impulsada por el presidente Lacalle Pou y el gobierno de coalición.
Llegaron reprochando los números del anterior gobierno, pero nos presentan una rendición de cuentas y un presupuesto que no tiende a corregir el gasto de ningún organismo. Es más, en el presupuesto utilizaron la línea de base de lo ejecutado en el 2024, año que según varios dirigentes fue de carnaval electoral.
Si el gasto estuvo supuestamente “disparado”, ¿no era para tomar decisiones para el control y eficiencia del mismo?
En cambio, se comprometieron con un aumento para el 2026 de unos US$ 140 millones, con proyecciones económicas artificiosas que difícilmente se puedan cumplir. A esto se le sumó un paquete impositivo del orden de los US$ 600 millones (vaya ajuste fiscal, con incumplimiento de promesa de campaña), que impacta sobre todo en la inversión, y el empleo.
Nos quisieron hacer creer que incorporarnos al Impuesto Mínimo Global era sin consecuencias para las empresas ya instaladas en nuestro país. Como si fuera un mantra, el equipo económico y los legisladores oficialistas repetían “no hay daño porque el impuesto es neutro. Quienes lo pagan en su casa matriz ahora lo harán en su filial en Uruguay”. Desde el arranque les dijimos que esto no era así, que primero se estaba violentando la seguridad jurídica, al modificar las reglas de juego a los usuarios de zonas francas. La Ley 15.921 de 1987 establece en su artículo 20: “Los usuarios están exentos de todo tributo nacional, creado o a crearse”, y en su artículo 25 fija la responsabilidad del Estado si esto no se cumpliese. Esto genera un daño real actual y futuro para el que miraba nuestros regímenes de estabilidad tributaria y ahora decida no invertir. Segundo, que había empresas que tenían exoneraciones en Uruguay y también en su matriz. Tercero, que hay empresas que decidirán estar en países cuya jurisdicción no adopte este impuesto, perdiendo atractivo nuestro país para la captación de inversiones que dinamicen nuestra economía.
A este paquete impositivo se le sumó un impuesto sobre incrementos patrimoniales en el exterior que pagarán nuestros residentes, sean uruguayos o extranjeros con residencia fiscal. Quienes no tengan tanto apego con nuestro país buscarán otros lares donde no los graven. Por lo dicho, ¿cómo se puede decir que la Ley de Presupuesto genera condiciones para el crecimiento?
La frutilla de la torta son las inexistentes reformas estructurales y la falta de mecanismos de control en la ejecución presupuestal.
El primer año de gobierno se va con pocos anuncios y menos concreciones. Con luces cortas que, en vez de iluminar, aunque sea el camino próximo, demuestran la falta de ideas para algún día llegar más lejos.
Con una política exterior charlatana e ideologizada, que concreta solo lo que venía del pasado -y que había dicho que no era el camino adecuado-, como el Acuerdo Transpacífico, donde el Partido Colorado tuvo un rol clave, o el tan esperado acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, actuando como un mero testigo del nuevo impulso europeo que necesita el acuerdo por su posición geopolítica compleja, ante un mundo que tiene dos colosos que marcan la agenda del mundo como Estados Unidos y China.
La falta de un liderazgo claro, más allá de “tropiezos discursivos” que fijen una ruta para el desarrollo del país, con un equipo más preocupado por sus chacras de poder que por promover reformas estructurales, sumado a los enredos ideológicos para seguir gravando a quienes invierten, pondrá en una encrucijada al actual gobierno, donde habrá pasado el tiempo y la luz alumbrará cada vez menos.
La opción republicana que plasme sus ideas con brillo de futuro, que dé oportunidades y alicientes a quien quiera trabajar y emprender, en un marco de libertad, asegurando la verdadera justicia social que integra e impulsa, deben seguir siendo las luces largas que iluminen los caminos de la construcción del porvenir.
Trabajemos con fuerza y esperanza en eso.
Uruguay lo necesita.
(*) Diputado de Renovación y Cambio – Vamos Uruguay – Partido Colorado.